El socialismo de Marx en El Capital.

 

Introducción

El artículo tiene varios años en reposo, fue escrito con los retazos del Muro de Berlín cayendo desde alturas inesperadas y promoviendo el parteaguas que apuró el fin del siglo XX. Se han redactado desde entonces, con relativo éxito, reflexiones que explican la debacle del pensamiento y la acción socialista. Tal parece que tomará un tiempo situar en perspectiva el pensamiento marxista, mientras tanto cada vez más se va convirtiendo en un instrumento de análisis sociológico antes que orientador de acción política. La desaparición del Muro fue, lo sabemos, el término de una era de singular importancia para la humanidad, el final de un horizonte utópico, la primera concebida sobre bases racionales. Recordemos que con el marxismo aparece el instrumento teórico que permitió criticar la economía capitalista y entender los principios que sostienen su entramado social y económico así como también examinar la estructura del poder que lo sostiene. En el campo de los procesos sociales es la primera teoría que hace posible abandonar la incertidumbre que había primado en la comprensión del porvenir y permite pensar y construir el futuro sobre bases razonables. Otorga los soportes teóricos para cuestionar el poder político dominante y planear su sustitución por la actuación de los desposeídos de la tierra o sus representantes. De la mano de estos principios por primera vez en la historia importantes sectores de la humanidad organizaron sus sociedades con arreglo a una teoría que ofrecía instalar el reino de la equiparidad y la abundancia, extinguir la propiedad privada y fundar la igualdad en las relaciones sociales y productivas. Se pensó que la miseria y todos los males provenientes del capitalismo serían sustituidos por la construcción de un mundo más acorde con las necesidades de las mayorías sociales. Lo cierto y objetivo era que jóvenes y eufóricas multitudes, teóricos beneficiarios de la utopía, astillaban las duras columnas de concreto de esa pared que expresaba, como ningún otro hito constructivo, las fronteras que separaban los dos territorios en conflicto: el capitalismo irracional y depredador y el socialismo teórico portador de racionalidad y superioridad moral. A un lado y otro de la serpenteante y disminuida edificación podía verse quién había resultado vencedor en el desarrollo material, último valor comparable entre dos proyectos de sociedad.

¿Qué había fallado?, ¿la teoría o la práctica? ¿Marx o Lenin?, ¿quizá Engels o Mao?, ¿Stalin y Trotsky? El balance aún está en ciernes, lo que se observa en las colectividades marxistas es la persistencia de la desorientación y el estupor mientras otras comunidades políticas alejados del materialismo científico reivindican causas religiosas, nacionalistas, étnicas y de integración y defensa de asociaciones marginadas. La acción política de los partidos que abrevan de estas fuentes no se recupera aún de la derrota ideológica y práctica que le ha infligido la realidad capitalista, antes que sus pensadores. Tomará tiempo ordenar las experiencias y dotar de rigor teórico a las evaluaciones.

En medio de este ajuste de cuentas es Carlos Marx quien resulta mejor librado. Los seguidores, para la acción concreta prefirieron elegir a sus epígonos: Lenin, en primer lugar, sin descuidar a Stalin y Mao, distanciados por el manejo de las estructuras partidarias pero unificados a la hora de aplicar los planteamientos económicos: estatización de los medios de producción y conducción de la economía desde la burocracia estatal. Por el lado nuestro, escasos políticos peruanos lo estudiaron con seriedad y espíritu critico y la gran masa de militantes lo conoció a través de citas puntuales y manuales de orientación ideológica. De haberlo hecho con rigurosidad y sin los cartabones coloniales, que en la izquierda los hubo y los hay, es probable que habrían surgido voces que orientaran mejor las propuestas nacionales que condujeron al fracaso las experiencias que impulsaron. Para comprobar este aserto  hay que observar la ausencia de trabajos teóricos y partidos políticos construidos bajo el poderoso influjo del pensamiento marxista. No hay una sola organización partidaria que haya vencido la prueba del tiempo y de la práctica. Lo que queda son clubes electorales interesados en controlar el funcionamiento de las licitaciones públicas y el seguro social. Atrás quedaron las propuestas globalizadoras y las visiones de una sociedad distinta. Lo último novedoso en este espacio es J.C. Mariátegui. Lo demás son artículos de prensa y conclusiones de comités centrales.

¿Dónde hay que mirar para encontrar los errores? En varios campos: filosóficos e ideológicos y económicos, fundamentalmente. Lecturas de Marx me habían mostrado que mucho de su pensamiento adaptado a la acción concreta no concordaba con sus fundamentos económicos, pero decirlo entonces colisionaba con las apabullantes y sacrosantas determinaciones del secretario general y de su comité ejecutivo. Cuando este documento fue distribuido entre militantes amigos, la reacción fue de indiferencia cuando no de antagonismo. No recuerdo una sola discusión que emanara de su lectura. Alguien opinó que había errado en la elección de la casa editorial y que junto a Floreal Mazía, el traductor, respondían a conocidos intereses imperialistas. La lectura de manuales había calado hondo. ¿Cuál fue la intención de rebuscar en El Capital los fundamentos de la economía socialista? Ordenar mis propias ideas y comprobar que Marx no era el padre de las economías realmente existentes y que era necesario discutir este tema entre quienes se habían echado al hombro la decisión de construir el paraíso en nuestra tierra. En El Capital, Marx habla muy poco de estatizaciones y propiedad social y no se ocupa de la transformación violenta de la economía capitalista sino más bien de utilizarla sistemáticamente para ir esculpiendo dentro de ella la economía alternativa. Es, sin duda, una propuesta muy distante del socialismo científico de Engels y alejada del Estado y la revolución de Lenin. Lo cierto es que un Marx gradualista, promotor de intenso incremento tecnológico e impulsor del ahorro y la inversión y de la continuación y superación del desarrollo capitalista no agradaba a nadie. Lenin lo comprendió pronto cuando puso en marcha la NEP, la nueva política económica que no alcanzó a concluir y fue remplazada por el socialismo en un solo país de Stalin y su genocida proyecto de marchas forzadas hacia una sociedad que hoy no existe.

Se escucha mencionar que es cuestión de tiempo el renacimiento de la doctrina marxista y que no está lejano el día que vuelvan a flamear las banderas partidarias que hagan tambalear el imperio burgués. Es extendida la idea que se asiste a un contratiempo pasajero y que a la vuelta de la esquina está el renacimiento del pensamiento marxista que ha dado largas muestras de capacidad de regeneración frente a situaciones más complicadas. Dudo que tal realidad sea posible si se usan los mismos cartabones teóricos conocidos hasta la fecha. Se requiere una revisión profunda de los antiguos postulados y la creación de otros nuevos. El eventual renacimiento del marxismo no tendrá las características que tuvo de moldear la imaginación antes que la realidad. La concreción de estas valoraciones no solo importan a los creyentes de antaño y hogaño, incumben a todos los que consideramos que la tesitura del sistema imperante ha llegado a ser incompatible con vastas necesidades humanas que van más allá de cifras de crecimiento y riqueza enquistada en pocas manos e invade la propia supervivencia de la especie humana. Recoger la experiencia, analizarla y evaluarla ayuda a todos los movimiento en disposición de construir una sociedad libre de las necesidades que ha creado la formación capitalista.

A doscientos años de su nacimiento, el trabajo recoge, en una de sus principales creaciones, las ideas que Marx dejó para dibujar la futura economía socialista. En muchos pasajes es necesario interpretar sus juicios sobre el capitalismo y extrapolarlos para imaginar la economía sustitutiva. Muchas de las citas se explican por sí mismas y no requieren comentarios que perturben la densidad de su pensamiento. Los retoques al antiguo documento son mínimos y no han afectado su contextura inicial.

Las ideas de Marx sobre la economía socialista.

El desarrollo del socialismo en el mundo ha llegado al fin de una etapa abierta con la Revolución de Octubre. El principio del fin de este periodo bien puede situarse en el mayo parisino, donde multitudes sublevadas, gestoras de una nítida situación revolucionaria, no fueron cautivadas ni orientadas por ideales marxistas, y menos conducidas por el PC Francés. Fue un síntoma objetivo del distanciamiento del marxismo oficial con la realidad y de la extinción de su poder para conquistar la imaginación de la sociedad.

El colofón, que significa los sucesos de Europa del Este no hace más que otorgarle dramatismo y fin inequívoco a una etapa que tiene trascendental importancia para la humanidad y el desarrollo del socialismo. Nos permite ingresar a una realidad que se negaba admitir en la praxis política. Sin embargo, la coyuntura despliega un cumulo de posibilidades que, sin límites visible en el horizonte, permite analizar los acontecimientos para extraer ilustrativas conclusiones. Hoy, ningún estado o sociedad ni colectividad política que se organice bajo principios marxistas es referente mundial inobjetable y puede afirmar tener la interpretación acabada del futuro. Esta inédita situación nos permite analizar el pensamiento de Marx sin los apremios de otras épocas y sin la voz autorizada de sus fracasados intérpretes. Y esto implica, entre otras tareas, releer las fuentes sin prejuicio ni plantillas ideológicas. La experiencia de los denominados socialismos reales nos aporta una rica experiencia que no podemos dejar de usarla para imaginar el futuro.

Las páginas siguientes, comentan la obra de Marx relativas al desarrollo del capitalismo y su relación con el socialismo. Se trata de El Capital, quizá la obra más importante de Marx. Pretenden aportar al esclarecimiento de interrogantes de gran vigencia hoy, en torno a la forma cómo el pensador alemán pensaba debía construirse la superación económica del capitalismo y lo hace hurgando en el texto que Marx destinó a “…descubrir la ley económica del movimiento de la sociedad moderna” (1). La actualidad de la obra se mantendrá mientras el capitalismo siga siendo una realidad incompatible con la estatura y dignidad humana. Continúa vigente preguntarse el papel de la socialización de los medios de producción, el rol del Estado la propiedad de las empresas, la forma de enlazar los procesos productivos, decidir su ubicación en el territorio y el desarrollo de tecnología y de  mano de obra como también la formulación de los precios de intercambio de mercancías y el comercio internacional, entre otras realidades.

Las referencias explicitas al modo de producción socialista no son frecuentes en El Capital. No obstante, una lectura que privilegie la búsqueda de tales referencias, permite hallar prolongados párrafos y reflexiones sobre el tema de una vigencia vigorosa. Más que hablar de socialismo, teoriza sobre la manera de hacer el proceso de transformación de la economía capitalista en su tránsito hacia el socialismo. Para Marx el proceso tiene que constituir la superación dialéctica de su antecesor y no puede representar retroceso, tampoco permanencia, en todo aquello que el capitalismo tiene de “…aspectos civilizadores…” (2); sino, ascender a una superioridad real, tangible, que conquiste un despliegue universal de las fuerzas productivas que conduzca a la realización superior del ser social y su desalienación. Así como la naciente burguesía no tuvo dudas sobre el legítimo aprovechamiento de todas las fuerzas productivas desarrolladas por el feudalismo y que les permitió erigirse como dirigentes de una sociedad sin duda superior a la feudal; así también, para Marx, no le cabe dudas sobre la utilización del capitalismo para instalar una economía superior sobre su entramado. Es ese el sentido de la historia económica y es apropiado usar el mismo criterio para interpretar el futuro del socialismo. El texto ilustra inequívocamente sobre el modo de organizar y dirigir ese complejo y difícil tránsito.

Seres humanos por milenios han satisfecho necesidades básicas de vivienda, comida, vestido, como en esencia lo hacen millones de hombres y mujeres del mundo. Pero, entonces ¿qué aspectos distinguen una época de otra? La distinción radica “…no tanto en lo que fabrican sino la manera cómo fabrican…” (3) los medios de subsistencia y reproducción. También dependerá “…del modo de distribución [que] variará según el organismo productor de la sociedad y el grado de desarrollo histórico alcanzado por los productores” (4). Como sabemos, cada modo de producción: comunismo primitivo, esclavitud, feudalismo o capitalismo, contuvieron en sus entrañas el nuevo orden que lo sustituirá más tarde. “El orden económico salió de las entrañas del feudal. La disolución de uno desprendió de él los elementos constituyentes del otro” (5).

El orden capitalista supuso una “acumulación primitiva [que] desempeño en la economía política, casi el mismo papel que el pecado original en la teología” (6). Aproximadamente cuatrocientos años se sucedieron-desde la última mitad del S. XIV hasta el último tercio del S. XVIII – para que el capitalismo iniciara su etapa de madurez (7). Le tomaría siglo y medio adicional para llegar a su etapa imperialista. Vemos que una formación económica no puede gestarse en pocos años, ni siquiera en décadas.

Toda formación económica es en esencia la depositaria de toda la acumulación material previa, así como de formas de organización más elevadas, transformado dialécticamente en nuevas formas de expresión, nuevas síntesis. La transición al capitalismo supuso para la humanidad un paso distinto y superior a las anteriores transformaciones. Se destruyen los compartimentos de la estratificación estamental. El hombre se hizo ser social pleno al mismo tiempo que se socializaba la producción. Supuso una elevada concentración de fuerzas productiva denominada acumulación originaria que significó:

• Expropiación de los cultivadores
• Depredación de los bienes de la Iglesia
• Enajenación fraudulenta de los bienes del Estado
• Transformación usurpadora y terrorista de la propiedad feudal
• La guerra de “las chozas” (8)
• Descubrimiento de las regiones de oro y plata en América y la “reducción de los indios a la esclavitud”
• Conquista y saqueo de las Indias Orientales
• Transformación del África en fuente de mano de obra (9)
• Régimen colonial

La clase asalariada que surgió en la última mitad del S. XIV era entonces una muy escaza porción de la población (10). Los distintos métodos de acumulación primitiva se establecen primero sobre “Portugal, España, Holanda, Francia e Inglaterra, hasta que este los combina a todos en el último tercio del S. XVIII (11). El modo de producción moderno, en su primer periodo “…el de las manufacturas se desarrolló solo donde se habían creado las condiciones para ello durante la Edad Media” (12). Transformaciones instantáneas y exitosas de la estructura productiva no existen, se requieren condiciones previas, es un error que muchos regímenes socialistas impusieron sin éxito.

Es persistente en Marx la idea que liga condiciones históricas y nuevos modos de producción. “Como cualquier otro modo de producción [el capitalismo] tiene como condición histórica el supuesto de que las fuerzas productivas sociales y sus formas de desarrollo han llegado a cierta etapa. Esta condición es a su vez el resultado histórico y el resultado de un proceso anterior, punto de partida necesario del nuevo modo de producción (13). Ratifica y amplía los conceptos cuando indica que el capitalismo, como modo de producción, “se encuentra en el seno de la esclavitud, de la servidumbre y de otros estados de dependencia. Pero solo prospera, solo despliega toda su energía, solo adopta su forma integral y clásica cuando el trabajador es el propietario libre de las condiciones de trabajo que el mismo pone en marcha” (14). Si se proyecta tal concepción al socialismo significa entender que también poseerá en su estructuración antecedentes de la esclavitud, feudalidad, etc. De modo tal que su construcción no puede ser comprendido fuera de esta realidad pues todo modo de producción “depende de otros modos que se han mantenido ajenos a su grado de desarrollo” (15).

La superioridad del capitalismo sobre sus antecesores modos de producción es visiblemente manifiesta. Significa:

• Dinero convertido en capital y, ésta, en fuente de plusvalía generadora a su vez de capital adicional.
• Masas de capitales y de fuerza de trabajo acumuladas en manos de productores de mercancías. (16)
• Destrucción de pequeños productores independientes y separación radical del productor respecto a los medios de producción
• Eliminación de la fragmentación del suelo y la dispersión de otros medios de producción. Se impone la concentración y la cooperación en gran escala
• La maquinización de los procesos productivos.
• Dominio del hombre sobre la naturaleza
• Libre desarrollo de las fuerzas sociales del trabajo
• Coincidencia y unidad en los fines, medios y esfuerzos de la actividad colectiva
• Transformación de la propiedad enana de los muchos en propiedad colosal de unos pocos (17)
• Aniquilación de la industria domestica del campo
• Divorcio de la agricultura respecto de todo tipo de manufactura. “Esta aniquilación de la industria domestica del campesino, es la única que puede dar al mercado interior de un país la extensión y constitución que exigen las necesidades de la producción capitalista” (18). Pero, al mismo tiempo “crea las condiciones materiales de una nueva síntesis superior, es decir la unión de la agricultura y la industria” (19)
• Desarrollo de las potencia colectivas del trabajo y “la transformación de la producción fragmentaria, rutinaria, en producción combinada, científica…La industria maquinizada consuma esta separación, también ella es la primera en conquistar para el capital todo el mercado interior.” (20)
• Crecimiento del elemento constante del capital respecto al variable (21)
• Condiciones más favorables para el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales y también para la creación de una estructura nueva y superior de lo que eran los sistemas anteriores, de esclavitud, servidumbre, etc. (22)
• Desarrollo de las ciencias naturales y de la agronomía. Mejoramiento de la fertilidad del suelo (23)
• Disminución del valor de los productos y por tanto de su precio de costo como consecuencia de la superioridad de las fuerzas productivas individuales del trabajo empleado (24)
• Creación del mercado mundial correspondiente, merced al incremento de las fuerzas productivas (25) La ampliación del comercio exterior, que constituía la base del modo de producción en sus comienzos, se convirtió en su resultado a medida que progresaba la producción capitalista, por ser consustancial a este modo de producción disponer de un mercado cada vez más amplio. La tasa de ganancia de los capitalistas invertido en el comercio exterior dan usualmente grados más altos de rentabilidad, pues se compite con países cuyas facilidades de producción de mercancías son menores (26). El capitalismo industrial “…tiene siempre en su pensamiento el mercado mundial: compara y siempre debe comparar sus propios precios de costos con los del mercado, no solo de su país, sino los del mundo entero” (27).
• La igualación de los salarios y las jornadas de trabajo y por consiguiente, la tasa de plusvalía se desarrolla cada vez más. (28)

La introducción de las máquinas en el proceso productivo generó un avance sustancial en el desarrollo del capitalismo. Se debe mencionar “el ahorro que proviene del continuo perfeccionamiento de la maquinaria: a) de los materiales empleados, b) reducción del precio de las maquinarias en general c) perfeccionamientos especiales que permiten trabajar con más eficacia y a menor precio con la máquina que ya existe d) reducción de los desperdicios por la utilización de mejores máquinas”(29). El desarrollo de la fuerza productiva “se expresa en última instancia, por el carácter social del trabajo puesto en acción, por la división del trabajo en el seno de la sociedad; por el desarrollo del trabajo intelectual, en especial la ciencia de la naturaleza” (30). Todo este enorme potencial de fuerzas productivas en la madurez más alta de su desarrollo crean las condiciones de su transformación en fuerzas productivas socialistas, interactuando dialécticamente con las relaciones sociales de producción correspondientes. Veamos cómo observa Marx este proceso. En cuanto el capitalismo ha generado las condiciones y ha descompuesto “lo suficiente y de abajo arriba, la antigua sociedad; en cuanto los productores se convierten en proletarios y sus condiciones de trabajo en capital , y por último, en cuanto el régimen capitalista se sostiene por la fuerza económica de las cosas, entonces la socialización posterior del trabajo así cono la metamorfosis progresiva del suelo y de los otros medios de producción en instrumentos socialmente explotados, comunes: en una palabra, la eliminación posterior de las propiedades privada, adoptan una nueva forma…” (31). Continúa afirmando que “…la socialización del trabajo y la centralización de sus resortes materiales llegan a un punto en que ya no pueden seguir encerrados dentro de su envoltura capitalista. Esta envoltura estalla en fragmentos. Ha sonado la hora de los propietarios capitalistas…” (32). Transformar “la propiedad capitalista significó más tiempo, esfuerzo y trabajo de lo que debe significar su posterior transformación en propiedad social.” (33).

¿Cuáles son las contradicciones a resolver en la estructuración de una economía superior? Las respuestas transitan por varios caminos. Tratemos de sistematizar algunas.

Una variable de importancia en la construcción de una economía socialista es el incremento de las fuerzas productivas y dentro de ellas el desarrollo pleno del ser humano que las dirige y las integra. Hombre y mujer al que la gran industria capitalista ha debido convertirlos en seres “…que sepan hacer frente a las exigencias más diversificadas del trabajo, y para que las distintas funciones sociales que ejecuten sean otros tantos modos de dar rienda suelta a capacidades naturales o adquiridas” (34). Sujetos sin educación calificada es uno de los grandes escollos a superar, no hay otro modo de dar libertad a las capacidades naturales o adquiridas. Unida a esta realidad se encuentra el proceso de desalienación en la mentalidad de los sujetos productivos. En la etapa de transición “la escala ampliada de las empresas será siempre el punto de partida de una organización más vasta del trabajo colectivo, de un desarrollo más amplio de sus resortes materiales. En una palabra, de la transformación progresiva de procesos de producción socialmente combinados y científicamente dominadas” (35). Educación desalienante, pilar fundamental de toda transformación.

Como se ha mencionado, Marx no se extiende en amplias consideraciones acerca del modo de producción socialista. En muchos casos es necesario proyectar hacia el socialismo el sentido y lo sustantivo de las definiciones propias del modo capitalista de producción. Veamos las proposiciones que se consideran más importantes:

El desarrollo de la productividad social tendrá que ser alta y manifestarse de dos maneras:

• En la magnitud de las fuerzas productivas que encierra “volumen” de condiciones de producción, y en la “magnitud absoluta del capital productivo acumulado”
• Cantidad relativamente mínima de trabajo vivo requerido para reproducir y valorizar un capital (36).

El socialismo deberá acrecentar “una cantidad considerable de valores de uso [lo] que constituye, como es evidente, una mayor riqueza material…La eficacia en un tiempo dado de un trabajo útil depende de su fuerza productiva” (37). Es un error fundamental asociar con el socialismo la existencia de valores de uso escasos y elementales. Su calidad también debe ser un proceso en ascenso. Pensar que el socialismo se debe realizar en la pobreza es un concepto que no tiene base marxista.

Deberá disminuir constantemente el tiempo de circulación de las mercancías, mejorando las comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas. El tiempo de rotación del conjunto del comercio debe reducirse en la misma medida (38). Sera necesario la “transformación progresiva de los procesos de producción parcelarios y rutinarios, en procesos de producción socialmente combinados y científicamente dominados. La escala ampliada de las unidades productoras será el punto de partida de una organización más vasta del trabajo colectivo, de un impulso más grande de sus factores materiales” (39). Deberá acrecentarse la productividad del trabajo que, “…con abstracción del modo social de producción…depende de las condiciones naturales en medio de las cuales se realiza” (40). La industria deberá mejorar constantemente los procedimientos usados por la industria capitalista. “La industria moderna jamás considera o trata como definitivo el modo existente de un procedimiento. Por consiguiente su base revolucionaria, en tanto que la de todos los modos de producción anteriores, es conservadora” (41).

La cooperación económica entre ramas de la actividad económica tiene que ser intensa pues “…no se trata únicamente de aumentar las fuerzas productivas industriales, sino de crear, por medio de la cooperación, una nueva fuerza que funciones nada más que como fuerza colectiva” (42). El trabajo productivo en que intervienen muchos individuos “tendrá una vinculación general muy estrecha y conservará la unidad del proceso” (43). El capital necesario para impulsar los procesos productivos no pasa a ser un elemento secundario. “…El capital y su valorización por sí mismo aparece como punto de partida y punto final, motor y objetivo de la producción para el capital y no a la inversa…” (44), elemento imprescindible para disminuir de manera constante el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de cualquier mercancía e incrementar el número de trabajadores en la sociedad. “La reproducción del capital contiene la de su gran instrumento de valorización, la fuerza de trabajo. Acumulación del capital es al mismo tiempo crecimiento del proletariado” (45). El socialismo debe contribuir a expandir y consolidar el mercado mundial. Se competirá con países “cuyas facilidades de producción son menores, de manera que el país más avanzado venderá sus mercancías por encima de su valor, aunque las entregue más baratas que los países competidores” (46). Solo debido al uso en común y por consiguiente a la economía de los medios de producción, “el entrelazamiento de todos los pueblos en la red de mercado mundial es que se logrará un pleno desarrollo del modo de producción socialista” (47). Precisemos que el modo de producción capitalista es “…un modo histórico de desarrollar la fuerza productiva material y crear el mercado mundial correspondiente, así también representa, al mismo tiempo, una permanente contradicción entre dicha tarea histórica y las relaciones de producción que le corresponden…” (48). La globalización de la economía es ineludible, obviar las economías de escala para extensas ramas de la producción es ineludible. Hallar el modo de desmontar desiguales relaciones de intercambio, acelerar su transformación en otras superiores resguardando la economía nacional es la gran tarea por desarrollar.

La cantidad de valor de las mercancías depende del tiempo necesario para su producción, realidad que también afectará la producción socialista que deberá promover la disminución de estos tiempos para ser competitivos en el mercado mundial. Esta realidad dependerá de la “modificación de la fuerza productiva del trabajo, que por su parte depende…de la habilidad media de los trabajadores; el desarrollo de la ciencia y del grado de su aplicación tecnológica, de las combinaciones sociales de la producción; de la amplitud y eficacia de los medios para producir y de condiciones puramente materiales” (49). “Esta tendencia a reducir el costo de producción a su mínimo se convierte en la más poderosa palanca para el aumento de la fuerza productiva social del trabajo” (50). “La superioridad de la fuerza productiva individual del trabajo empleado, disminuye el valor pero también el precio de costo, y por lo tanto el de producción de la mercancía” (51). En el campo de la producción agrícola “Se deberá generar un mejoramiento constante de la fertilidad del suelo, haciendo que suelos considerados malos, pasen a primera categoría (52).

En la producción deberá conjuncionarse el interés individual y colectivo de manera de conseguir, en un proceso de síntesis, que el ser humano sea un productor libre orientado a satisfacer necesidades sociales. “Los objetos de utilidad se convierten en mercancías porque son los productos de trabajos privados y ejecutados con independencia los unos de los otros. El conjunto de estos trabajos privados constituye el trabajo social. Como los productores entran socialmente en contacto por el intercambio de sus productos, solo dentro de los límites de ese intercambio se afirman los caracteres sociales de sus trabajos privados…Solo en su intercambio los productos del trabajo adquieren, como valores, una existencia social idéntica y uniforme…” (53).

El párrafo siguiente añade nuevas referencias al tema cuando manifiesta: “mi punto de vista, según el cual el desarrollo de la formación económica de la sociedad es asimilable a la marcha de la naturaleza y a su historia, puede, menos que ninguna otra, hacer responsable al individuo de relaciones de las cuales es esencialmente la criatura, haga lo que hiciera por desprenderse de ella.” (54). Observar la marcha de la naturaleza es para los peruanos una enseñanza de milenios. Guiarse por ella y por su historia es algo que no debemos olvidar.

El ser humano tiene que ser la medida comparable y final para que la sociedad de productores pueda, en conjunto, medir el grado de eficacia de sus recursos productivos. “Cada fuerza de trabajo individual es igual a cualquier otra, en la medida en que posee el carácter de una fuerza social promedio y funciona como tal, es decir que en la reproducción de una mercancía solo emplea…el tiempo de trabajo socialmente necesario. Por consiguiente solo la cantidad de trabajo, o el tiempo de trabajo necesario en una sociedad dada, para la reproducción de un artículo, determinan la cantidad y su valor”. (55). Sólo quien produce en menor tiempo y con calidad tendrá éxito, los demás están condenados a permanecer rezagados.

El socialismo deberá establecer una clara superioridad respecto del capitalismo, tanto en las ventajas materiales como en el dominio de la razón, del intelecto, de la realización del ser. “Uno de los aspectos civilizadores del capital es el hecho que arranca sobretrabajo y las condiciones en que lo hace son más favorables para el desarrollo de las fuerzas productivas, de las relaciones sociales y para la creación de los elementos de una estructura nueva y superior, de lo que eran los sistemas anteriores, de esclavitud, servidumbre, etc. Ello permite llegar a una etapa en la cual desaparecerán la coerción y la monopolización, por una fracción de la sociedad en detrimento de la otra, del progreso social…por el otro lado, el sobretrabajo [creará] los medios materiales y el germen de una situación que en una forma más elevada de la sociedad permitirá establecer una correlación entre ese trabajo y el tiempo dedicado al trabajo material que será reducido” (56).

“La verdadera riqueza de la sociedad, y la posibilidad de una ampliación ininterrumpida de su proceso de reproducción no dependen , entonces, de la duración del sobretrabajo, sino de su productividad, y de las condiciones más o menos perfeccionadas en que se lleva a cabo…la única libertad posible consiste en que el hombre social, los productores asociados, regulen en forma racional sus intercambio con la naturaleza, que la controlen juntos, en lugar de ser dominados por su poderío ciego, y que realicen esos intercambios con la misma inversión de fuerza y en las condiciones más dignas, las más acordes con su naturaleza humana. Más allá empieza el desarrollo de las fuerzas productivas como fin en sí. El verdadero reino de la libertad, que solo puede crecer si se basa en el otro reino, en el otro cimiento, el de la necesidad. La condición esencial de ese florecimiento es la reducción de la jornada de trabajo” (57).

La reducción de la jornada de trabajo está estrechamente ligada al decrecimiento e la cantidad de trabajo que se incorpora en las mercancías. Esta es una característica esencial del aumento de su productividad, “sea cuales fueran las condiciones sociales de producción” (58). El sistema socialista se debe asentar firmemente en desarrollos constantes de la productividad en todas las actividades económicas, de tal manera de cumplir su “misión histórica de hacer que florezca, que avance de manera radical, en progresión geométrica la productividad del trabajo humano” (59).

El modo de producción socialista deberá “adquirir con el tiempo el aspecto de algo regulado y bien ordenado. Esta regla y este orden son por si mismos un factor indispensable de cada modo de producción, que debe adoptar el aspecto de una sociedad sólida, independiente del azar o de lo arbitrario…Y llegan a esa forma por su propia reproducción, siempre reiniciada, cuando el proceso de reproducción y las relaciones sociales correspondientes gozan de cierta estabilidad” (60).

“La vida social, cuya base es la reproducción material y las relaciones que esto implica, se desprenderá de la nube mística que encubre su aspecto el día en que se manifieste en ella la obra de hombres libremente asociados, que actúen en forma consciente y como dueños de su propio movimiento social. Pero ello exige en la sociedad un conjunto de condiciones de existencia material que, a su vez, solo puede ser el producto de un largo y doloroso desarrollo” (61).

El debate en torno a la construcción del socialismo aparece para muchos socialistas como un tema que pertenece a otra época, y como una provocación a la inteligencia o al sentido común. A pesar de un clima tan adverso es necesario seguir persistiendo por el cauce abierto, ancho y profundo. Consolidando lo bueno y desechando los dogmas considerados verdad absoluta por décadas y que han provocado errores de tanta trascendencia que han puesto en cuestión al socialismo como el sistema más digno de convivencia humana.

Diciembre de 1990.

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El Capital. Editorial Cartago, Buenos Aires. 1973
(1) Tomo I, pág. 23
(2) Tomo III, pág. 801
(3) Tomo I, pág. 189
(4) Tomo I, pág. 92
(5) Tomo I, pág. 691
(6) Tomo I, pág. 691
(7) Tomo I, págs. 717-732
(8) Tomo I, pág. 691
(9) Tomo I, pág. 731
(10) Tomo I, pág. 717
(11) Tomo I, pág. 732
(12) Tomo III, pág. 343
(13) Tomo III, pág. 850
(14) Tomo I, pág. 741
(15) Tomo II, pág. 107
(16) Tomo I, pág. 681
(17) Tomo I, pág. 741
(18) Tomo I, pág. 728
(19) Tomo I, pág. 481
(20) Tomo I, pág. 729
(21) Tomo I, pág. 717
(22) Tomo I, pág. 801
(23) Tomo III, pág. 638
(24) Tomo III, pág. 638
(25) Tomo III, pág. 269
(26) Tomo III, pág. 257
(27) Tomo III, pág. 347
(28) Tomo III pág. 169
(29) Tomo III, pág. 105
(30) Tomo I, pág. 742
(31) Tomo III, pág. 106
(32) Tomo I, pág. 742
(33) Tomo I, pág. 743
(34) Tomo I, pág. 466
(35) Tomo I, pág. 601
(36) Tomo III, pág. 266
(37) Tomo III, pág. 97
(38) Tomo I, pág. 64
(39) Tomo I, pág. 601
(40) Tomo I, pág. 489
(41) Tomo I, pág. 465
(42) Tomo I, pág. 324
(43) Tomo III, pág. 391
(44) Tomo III, pág. 269
(45) Tomo I, pág. 588
(46) Tomo III, pág. 258
(47) Tomo III, pág. 269
(48) Tomo I, pág. 742
(49) Tomo I, pág. 59
(50) Tomo III, pág. 850
(51) Tomo III, pág. 638
(52) Tomo III, pág. 757
(53) Tomo I, pág. 87
(54) Tomo I, pág. 23
(55) Tomo I, pág. 58
(56) Tomo III, pág. 801
(57) Tomo III, pág. 802
(58) Tomo III, pág. 277
(59) Tomo III, pág. 277
(60) Tomo III, pág. 777
(61) Tomo I, pág. 92-93