¿Estamos ante una situación revolucionaria?, ¿los de arriba están incapacitados para gobernar y los de abajo reúnen las condiciones para reemplazarlos?, ¿se abre la perspectiva de un cambio en las estructuras indeseables del Perú? Claro que no, la tragicomedia que observamos no es más que una repetición del pleito de intereses personales o de grupo que inauguraron aquí los invasores Francisco Pizarro y Diego de Almagro cuando se disputaban el dominio y las riquezas del Perú con el pretexto de controlar la preciada gobernación del Cusco a espaldas de los cientos de etnias y culturas que iniciaban su inacabable agonía. La historia enseña y nos explica el Perú de hoy y la asadura de su poder legislativo y ejecutivo. No es necesario recurrir a las citas eruditas o al trasiego de todas nuestras vergüenzas, es suficiente solo algunos ejemplos para observar la entraña repetitiva y ajena a los intereses nacionales que encontramos en la mayoría de los hechos políticos y sociales perpetrados por la colorida y variable purulenta costra que nos gobierna desde hace siglos.
¿El enfrentamiento entre los encomenderos no fue acaso la disputa entre dos formas de entender el saqueo nacional, o compartido con el imperio dominante o disfrutado entre los 13 de la Isla del Gallo y sus descendientes? Hay un ilustrativo y decidor dibujo del indio Huamán Poma de Ayala, ‒circa 1600‒ que muestra la manera en que “Corregidos y encomendero tienen pendencias sobre los reales quien ha de llevar más”. Los años virreinales están plagados de ajustes de cuentas entre los dominadores donde se mezclan asesinatos por venganzas personales de maridos burlados ‒la nocturna muerte del virrey Conde de Nieva en las cercanías del local del Congreso‒, hasta las acciones de grupo liderada por el Virrey Manuel Amat y Junyent y su asesor legal Juan Perfecto Salas, símil del contemporáneo Vladimiro Montesinos. Ambos, y su camarilla, se ensañaron con el gobernador reformista Antonio de Ulloa y su hermano Jorge Juan, enviados del imperio para observar en secreto toda la corruptela de la sociedad virreinal. Tuvieron que regresar a España en navíos separados para evitar que ambos fueran asesinados en la travesía.
El inicio de la República fue escenario para la repetición de la historia precedente con actores renovados, en apariencia. Jorge Basadre, parte ilustrada y racional de este dominio, señala que los fundadores de la República Tampoco tuvieron una conciencia del Perú en el tiempo. Creyeron inventar un país nuevo. Ignoraron que precisamente este país tenía un privilegio envidiable: el privilegio de una vieja cultura. De la Colonia hablaron como si sólo hubiese sido el “largo tiempo”, durante el cual “el peruano oprimido, la ominosa cadena arrastró”. Y si alguna vez pensaron en los Incas, fue empleando una figura retórica. Carentes de esta ligazón a nuestra real historia entonces las alternativas en pugna fueron la reedición republicana de las viejas disputas coloniales. ¿Qué hay detrás de la pugna entre Gamarra y Orbegoso, sino la disputa entre cargos y ascensos en el ejército?, y la inquina de Gamarra, Castilla, Salaverry, etc. contra Santa Cruz ¿no está saturada de racismo, exclusiones?
Ignaros grupúsculos de levita y charreteras combatieron con saña el único proyecto político criollo que poseía trascendencia y visión histórica. Y para hacer más eficaz la inquina personal no dudaron en acudir al apoyo chileno, feliz convocado, para aniquilar el integrador y solitario propósito político que carecía de réditos económicos y particulares inmediatos y sí un futuro que los padres de la patria de entonces no supieron comprender. Poca diferencia con los oportunistas de ahora que se sientan en el hemiciclo luciendo orgullosas credenciales de extorsionadoras de programas de televisión; ignorantes capitanes de bandas que desalojan trabajadores azucareros; voceros atildados y altisonantes con deudas en los organismos de tributación; cortesanos que abandonan la nave política en problemas buscando reacomodos futuros; palaciegos con títulos académicos en inglés pero incapaces de sentarse a conversar con comuneros campesinos; miraflorinos revolucionarios y reciclados que cerraron los ojos ante millones de cruzeiros que ingresaban a las campañas eleccionistas de sus líderes; anquilosados doctrinarios que no saben cómo entender el país de la mano de una eurocéntrica y petrificada doctrina.
Volvamos al recuento histórico, tan útil para explicar esta coyuntura. Para evitar un recuento repetitivo y poco novedoso de asuntos, que además están en libros, señalemos con rapidez la similitud de la situación actual con los juicios a Echenique por las deudas internas contraídas por el Estado durante las guerras contra el poder español. Castilla señaló que devolverla no costaría al fisco más de seis o siete millones; pero en realidad Echenique reconoció diecinueve…al final la consolidación llegó a sumar 23 millones. En un anticipo al moderno “roba pero hace obra” Echenique llega a decir en uno de sus manifiestos de defensa: ¿Qué importa que se hubieran enriquecido unos pocos cuya riqueza también quedaba en el país y contribuía a la realización de estos beneficios?” No, no confundamos esta realidad con la de Odebrecht, son sobrevaluaciones de distinto origen. Tampoco nos desorientemos al discernir coincidencias entre la tragedia actual y nuestro pasado; sí, son similares, provienen de un mismo tronco social y económico: el coloniaje mental, la rapiña de clanes, de castas. Infame contrato Dreyfus, le llama Alfonso Quiroz en Historia de la corrupción en el Perú. El contrato, negociado por el inefable y ubicuo Rufino Echenique y Nicolás de Piérola, fue puesto en práctica antes de la presentación formal de las otras tres propuestas; se consiguió con estos adelantos económicos a cuenta gestionados por el clan Piérola – Echenique, trabar cualquier marcha atrás en sus propósitos de embarcar al Estado con la casa Dreyfus. Cuando los capitalistas nacionales reaccionaron ya era tarde, el congreso aprobó el contrato por 63 votos contra 33 en la Cámara de diputados, votación conseguida mediante soborno de parlamentarios. El financiamiento generado al corrupto Estado peruano por Dreyfus provocó, como señala Quiroz, una explosión de obras públicas que propiciaron el enriquecimiento de grupos de poder social y económico. Se desato, entonces, un frenesí en la contratación de obras públicas para la construcción de ferrocarriles, proyectos de irrigación, puentes, embarcaderos, muelles, edificios púbicos y mejoras urbanas sin un cálculo sólido de su rentabilidad y factibilidad. Sin embargo, estas obras públicas se anunciaron a la ciudadanía como la varita mágica que llevaría a la riqueza y el desarrollo. En este contexto los contratos con Enrique Meiggs para la construcción de ferrocarriles fue la Interoceánica de la época.
Señalemos un ejemplo final en este breve recuento: el contrato Grace, que hace señalar a Quiroz: Así como Piérola representaba los intereses de Dryefus, Cáceres representaba los de Grace. Los demás latrocinios son mejor conocidos y son también los antecedentes de la robusta vigencia del pillaje en los gobiernos de Alan García y Alberto Fujimori. Todas las épocas han sido atravesadas por formas diversas de robos y aprovechamientos directo que hoy día observamos en los enjuagues con las modernas empresas Odebrecht, OAS, Camargo Correa, etc.
No estamos frente a algo nuevo ni tampoco la superación de esta coyuntura nos ubicara en un escenario de renovación moral y ética. No nos engañemos, nos encontramos frente a un ajuste de cuentas entre dos formas muy cercanas pero diferenciadas de encarar la continuación del ancestral proyecto de la inviable Patria Criolla. Se trata de un capitalismo achorado heredero de Sánchez Cerro u Odría y la continuidad de una variable que bien puede encarnarse en Augusto B. Leguía, Benavides o Bustamante y Rivero. Se trata de José María de Pando y Gamarra, Monteagudo frente a Sánchez Carrión, Luna Pizarro y Bartolomé Herrera. De la polémica entre Mariátegui, exento de su dogmatismo marxista y Luis Alberto Sánchez. De Vargas Llosa y Hernando de Soto. Lo que ignoran los bandos en pugna es su participación de un solo proyecto de país, ya no digamos de nación, con matices muy poco diferenciados, separados nada más que por delaciones y juicios. Será muy tarde cuando esta patria grande se les vaya de las manos.
¿Cómo actuar entones frente a semejante desafío?, sin duda que la forma más eficaz es proscribir de raíz el poder a tamaña costra criolla. Lamentablemente no tenemos reemplazo, porque hasta los herederos de Mariátegui, sí, el mismo que estudió al indio como problema y ni siquiera como posibilidad, carecen de una visión de país distinta al criollismo imperante. Se han alineado de una u otra forma con el criterio dominante: que la corrupción se acaba echando a Kuczynski por la ventana de Palacio de Gobierno. No perdamos la orientación, como se ha dicho este es un pleito que se lleva adelante por encubrir el pillaje, por seguir protegiendo los negocios de grupo, por ocultar perdidas de información contable de empresas vinculadas a la corrupción. Este es un lío entre criollos egresados de la universidad Cesar Vallejo y los otros de Stanford. Un pleito entre castaños blancos y blancos castaños, dueños los dos de una imagen de país que se diferencia por la forma, díscola o cortés, de seguir lucrando con la hacienda pública y la riqueza del país.
El Presidente Kuczynski debe de irse, es una realidad que carece de atenuantes. Pero, debe ser defenestrado con una ciudadanía y un pueblo atento en la defensa de los escasos espacios democráticos que ha podido construir en estos siglos de oprobio y dominación. Es urgente proteger las endebles estructuras del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional; defender que la prensa medianamente libre que resta, no sea maniatada y ahogada con disposiciones “legales”; que el Vicepresidente asuma la responsabilidad de dirigir el Poder Ejecutivo hasta el término de su mandato, de ser este un factor positivo para los estamentos renovadores. Es tiempo que usaremos para estar mejor organizados y desarrollar una propuesta de país más avanzada y madura. Las fuerzas democráticas, personas y organizaciones honradas que habitan los apartados espacios de esta patria andina, templen esfuerzos para sostener el podrido andamiaje hasta que sea posible reemplazarlo por un proyecto de Nación alejado, distante, muy distante y diferenciado de esta patria criolla, corrupta, cleptómana y derrotada y monocultural. Al mismo tiempo que es necesario salir a las calles a protestar organizadamente, es urgente construir mecanismos de un nuevo poder sustitutorio de este otro que ha construido su hacienda particular en nuestros patios y territorio.