Los caminos de Arguedas son innumerables. De la ruta de la amistad y las preocupaciones compartidas me llegan dos fotografías suyas. Inédita una y bastante difundida la segunda. Lo que hace la diferencia en esta es que recibo también el contexto en que fue tomada.
La imagen del padre Jorge A. Lira y Arguedas, juntos, es muy difundida, menos quizá es saber que las gradas del fondo conducen al segundo piso de la casa hacienda Esmeralda de Coroto, en Lamay, Cusco; propiedad de la familia Villagarcía. Mi amistad con Guy Coronado Villagarcía me permite precisar esta información. La toma fue fijada alrededor del año 1957.

La anotación que guarda la segunda fotografía sitúa con mayor exactitud su presencia en la hacienda Esmeralda de Coroto: «José María Arguedas en la hacienda 1957». Figuran de izquierda a derecha, y después del escritor y la infaltable y cercana mascota, Manuel Jesús Villagarcía Sánchez, hijo; Isidro Villagarcía Bocángel, padre; una persona uniformada y Hugo Ricardo Villagarcía Hermosa.
En la época, Isidro Villagarcía, el personaje canoso, era Subprefecto de la provincia de Calca. El dato quizá explique el resguardo policial que lo acompaña.
Es probable que el padre Lira haya sido el contacto entre Arguedas y la familia Villagarcía. Es en estas visitas del escritor a Lamay que profundiza su amistad con Carmen Taripha, la indígena empleada de Lira y contadora de cuentos. Imagino a Carmen observando las reuniones vespertinas de música, con guitarras y canto, que propiciaban Arguedas y Hugo Villagarcía.
Seguramente que Arguedas apreciaba observar a los indios de los tres ayllus que se situaban en los linderos de la propiedad: Phoques, Chumpy y Sayllafara, que asistían en labores agrícolas a la hacienda, acompañados de instrumentos y danzas tradicionales.