El 30 de noviembre del año que fenece, la Cátedra Arguedas de la Universidad Agraria La Molina organizó un homenaje al escritor. Recordemos que hace 49 años, viernes 28 de noviembre, alrededor de las cinco de la tarde, en un baño cercano a sus oficinas, se disparó un tiro en la sien – en realidad fueron dos detonaciones – que lo condujo a la muerte el 2 de diciembre. El lugar donde ocurrió el hecho ha sido demolido bajo el mandato de la «modernización» de las edificaciones universitarias. Hallar ahora el lugar donde se ubicaba aquel trágico espacio es tarea de especialistas. Arribar al lugar exige acudir a contactos, amistades y adivinos. Bajo estas condiciones, un lugar de tal significación es además incompatible con un espacio y tiempo. Hay que admitir que son recintos que conservan mucho de los sinuosos meandros de nuestra historia y quizá por ello evitamos conservar su frontis acusador.
Cuando me hice alumno de la universidad, verano de 1971, la edificación

permanecía en pie. Eran las instalaciones de la antigua hacienda La Molina que la institución utilizó como iniciales espacios para sus tareas educativas. Los ambientes fueron derruidos después de una épica huelga de estudiantes del año 1972 organizada en oposición a la Ley Universitaria del gobierno militar de Velasco Alvarado. Luego de aquel semestre de paralización, las instalaciones transitorias de la Facultad fueron demolidas con maquinaria pesada. Mucho del acto estaba orientado a castigar a los alumnos de la especialidad, y algunos profesores, que dirigieron la protesta. La Facultad fue luego desactivada. Las sabias autoridades consideraron que los futuros ingenieros no tenían necesidad de recalentar sus cerebros estudiando los graves problemas nacionales. Era suficiente la tecnología. Así, hasta hoy, en que los silabus no contienen conocimientos de sociología o antropología suficientes, para tratar, como se supone, con indígenas o campesinos agricultores y ganaderos.
Arguedas ingresó a trabajar en la UNALM el año 1962. En armonía con la nubosidad que cubre algunos aspectos de su biografía, las fechas de inicio de sus labores pueden ser abril, julio o agosto. Hay evidencias para las tres alternativas [1]. Ingresó como profesor de quechua. Azril (Isi) Bacal, por entonces alumno de agronomía, comenta que participó de la delegación que acudió a solicitar sus servicios a las oficinas del Museo de la Cultura Peruana. Ascendió luego a profesor de otras materias, a tiempo parcial, y después de abril de 1964, por concurso, alcanzó una posición, de nuevo a tiempo parcial, en el Departamento de Humanidades de la Facultad de Ciencias Sociales; hasta marzo de 1967. En octubre de ese año es ascendido y le asignan tiempo completo en el Departamento de Sociología. Finalmente, cuando ocurre la tragedia, llevaba veinte meses ejerciendo responsabilidades como jefe del Departamento.
Volviendo al homenaje. Lo organizó, como se ha dicho, la Cátedra Arguedas, entidad que viene realizando una reconocida labor de «puesta en valor» de su obra y significado para la universidad y el país. En el claustro, es poco conocido el antiguo profesor. Los alumnos leen poco o nada a Arguedas. Hay encuestas que lo certifican. Se acercan a él por internet o mediante una exposición eventual que trata de su trayectoria. Se desconoce que su producción antropológica o literaria, inclusive poesía, puede ser vasta fuente de orientación para todas las carreras universitarias de La Molina.
Si se recorre el campus no se hallará ninguna muestra visible que certifique que Arguedas alguna vez fue Molinero y que en sus instalaciones desarrolló una etapa importante de su vida intelectual. Mientras fue profesor desarrolló prolífica labor literaria. Escribió numerosos cuentos: La agonía de Rasu Ñiti; Pongoq mosqoynin; inició su poesía en quechua; terminó de redactar su tesis de doctorado en antropología sobre Las comunidades de España y el Perú; redactó dos novelas: Todas las sangres y El zorro de arriba y el zorro de abajo; tradujo del quechua las tradiciones de una región de los Andes que fue publicado con el nombre de Dioses y hombres de Huarochirí. se dio tiempo para participar del equipo fundador del Instituto de Estudios Peruanos en 1964. Y, a propósito, era profesor molinero cuando asistió a la malhadada Mesa Redonda en esa institución.
Nada de esto es suficiente mérito para que la Universidad lo utilice como símbolo de sus actividades. Me pregunto qué tan difícil es, para académicos e investigadores, comprender que Arguedas puede ser el impulso para desarrollar una basta producción investigativa y de difusión del quehacer universitario molinero. Tiempo al tiempo. La biblioteca universitaria, edificio emblemático, lleva el nombre de un ex Rector y, próxima a la entrada principal, se luce la poca gallarda estatua de un chalán y su caballo que podría estar mejor ubicado en la facultad de Zootecnia dado su «enorme trascendencia» en el proceso de construcción de nuestra sociedad.
Es por demás significativo que Arguedas haya elegido sus recintos intelectuales para marcharse. Lo hizo en armonía con los sentimientos que había construido con ella. Todo ello está documentado. Es cierto, y hay que decirlo, la Agraria lo trató mejor que San Marcos. Le facilitó permisos para ejercer como Director de la Casa de la Cultura, 1963-1964 y como Director del Museo Nacional de Historia, 1964-1966, y le proporcionó frecuentes dispensas por enfermedad y también licencias para escribir y, quizá lo más importante, apoyó su investigación en Chimbote que acabó encarnándose en Los zorros. Pero, ocurre que ahora, la universidad decana lo «utiliza mejor».
En las aulas hizo gran amistad con muchos profesores colegas. En especial con el lingüista Alfredo Torero, también con Bravo Bresani; Luis Alberto Ratto y Javier Sologuren y Francisco Carrillo. Con Torero transcurrió sus ultimas horas y a él entregó sus cartas testamentarias,
Ocupémonos en verdad del homenaje y de las cartas inéditas. Fueron sus alumnos quienes sostuvieron la conversación y el recuerdo de Arguedas profesor. Todos

expusieron vigorosas y emotivas semblanzas de su magisterio y calidades personales. ¿En el recinto, presentes las autoridades de la Universidad, en pleno? No, fíjese, ni un jefe de Departamento. ¿Rector, Vicerrector?, ¿dónde, cómo?, ¿Arguedas?, ¿50 años, tiene algún significado suficiente? Minucias, minucias.
Bueno. Uno de los expositores, el Ing. Luis Escalante Estrada, mostró en su exposición dos joyas invaluables: cartas de Arguedas remitidas a alumnos del Club de Folklore que contribuyó a formar. Dos comunicaciones personales. Emotivo estar cerca de esta experiencia. Terminadas las disertaciones, apoyado por el empuje de María Mandujano, coordinadora de la Cátedra, me aproximé al estrado para ver de cerca y «tocar» los documentos – especies de illas, para mí – . El ingeniero tuvo la gentileza de permitir palparlas y fotografiarlas. No me atreví en ese momento a pedir su autorización para presentarlas y comentarlas. Cuando conseguí mi propósito, me dejó una observación importante: comunicar que serán publicadas pronto, como parte de un texto que difunda las tareas de José María con el Grupo de Folklore que contribuyó a crear en la Universidad. Ojalá esa fecha sea pronta.

Varios aspectos que comentar en esta carta inicial. La primera, comprueba su enorme vinculación con los estudiantes. El trato denota cercanía y preocupación personal. Señala, a Miltos y a Luis [Escalante], como entusiastas e inteligentes, además de poseer serenidad casi excepcional. Luego, imparte orientaciones de antropólogo profesional, preocupado por conseguir de sus alumnos recopilen material siguiendo lineamientos que exigen la actividad: ficheros, estadísticas. No escatima en brindar información sobre autores y compositores producto de su larga experiencia en la materia. Un aspecto singular: su interés en la música criolla. No recuerdo otro espacio en que el escritor muestre similar preocupación. Sugiere ocuparse de valses de la guardia vieja y modernos; Chabuca Granda; Abelardo Nuñez; Polo Campos y Abanto Morales, mostrando una faceta desconocida de Arguedas y que nos acerca a esa capacidad inclusiva que posee el mundo andino, no correspondida en igual medida por la cultura criolla. Del párrafo final subrayo su anotación: Espero volver mejor. La fecha ausente impide señalar a dónde se dirigía en esos días. Tres destinos probables: Santiago de Chile, Chimbote o Montevideo. La siguiente carta nos conduce a encontrar la ruta que siguió.

Es esta una carta original. Esta dirigida también a Miltos y Luis [Escalante]. Explica sus conversaciones con el ingeniero Anavitarte, Rector de la Universidad, de quien obtiene apoyo y cobertura para el Club de Folklore. Les señala que enviará el plan de estudios con el profesor Bacal – citado líneas arriba – para una publicación probable que denomina Cuadernos.
Hacia el final de la carta señala su destino próximo: Montevideo. Se va el jueves a esa ciudad, señala. Reviso bibliografía que me oriente y verifico que por esos días tiene planeado entrevistarse con el psicoanalista Marcelo Viñar a quien conoció por gestiones del crítico Ángel Rama, amigo de Arguedas. En el libro de Urdanivia encuentro la pista para fijar las fechas probables.

Se trata de un Memorandum que cursa Arguedas al Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, fechado el [jueves] 25 de abril de 1968. Solicita un mes de licencia, a partir del 30 [martes], para viajar a Montevideo a entrevistarse con el psiquiatra Viñar. Organizado Arguedas, adjunta certificado del médico especialista. [2]. Podemos entonces inferir que la segunda carta es del [martes] 29 de abril de 1968. Su vuelo a Montevideo debió haberse efectuado el jueves 2 de mayo. Fecha próxima debe poseer la primera carta.
Detalle final de su comunicación. Confía que el tratamiento mejorará su estado de salud. Promete regresar pronto, en condiciones que le permitan trabajar sin angustias y sin tener que hacer esfuerzos abrumadores como ahora. Finaliza mostrando capacidades de maestro y guía, notorias ya desde sus labores en Sicuani. Dice a sus alumnos: Muchas gracias por la excelente experiencia que tengo de Uds. En la clase de dolencia que sufro un buen remedio es recibir estímulos como el trato con personas generosas e inteligentes llenas de energía encaminada hacia ideales. Hablando siempre de sus dolencias psíquicas, quizá exorcizando de ese modo, demonios que sabemos nunca pudo espantar.
Sabemos los resultados del medido optimismo de visitar Montevideo. Estableció tres consultas con Villar. Resultados modestos. Su muerte le esperaba en dieciocho meses adicionales. Muy corto tiempo.
Estoy buscando la carta que le enviara el escritor al gobierno militar……
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Abel, ojalá la encuentres. Estaré atento a tus resultados.
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