El conflicto de Las Bambas ha devenido en el centro de atención de la política nacional. Como lo fueron en su momento los enfrentamientos de las comunidades y el Estado en Tambogrande; Conga, en Cajamarca; Antamina en Huari; Condorave en Tacna; Tintaya, en Espinar, Cusco; y el emblemático y trágico Baguazo. Costa , sierra y selva envueltos en permanentes enfrentamientos que han tenido formas y contenidos similares: un Perú «moderno» adverso a un Perú ancestral. Las mesas de negociaciones -las imágenes son por demás elocuentes- no reúnen a sujetos dispuestos a un intercambio de pareceres entre semejantes, sino son la expresión de dos mundos incomunicados con intérpretes que poseen maneras distintas de ver y apreciar la realidad; dos visiones del modo de vivir y de crear desarrollo. Los grandes diarios y la opinión publica «oficial» forman el parecer que se trata del antagonismo entre el atraso y la modernidad, entre indios analfabetos y excelsos intérpretes de lo que el pais necesita. «Es correcta la posición inicial del gobierno contrario al pago de una compensación por el uso de una carretera», dice el «progresista» diario La Republica en su editorial del 26 de marzo. Ese mismo día, un conocido editorialista del diario Perú 21 señala: «Ya el Gobierno ha detenido al cabecilla de la comunidad y a los abogados, por lo que no desbloquear policialmente y retroceder a estas alturas le significaría el fin de toda autoridad y respeto.» Un diario de Internet recoge opiniones de la ciudadanía que muestran el grado de racismo que subyace bajo el conflicto: https://redaccion.lamula.pe/2016/10/20/esto-es-lo-que-pasa-cuando-comentas-sobre-lo-que-sucede-en-las-bambas-sin-saber-sobre-el-tema/manuelangeloprado/
Los politicos, intelectuales y técnicos criollos adversos al Perú ancestral y a la comunidad indígena son la expresión moderna de aquellos que utilizaron la Mita para conducir a nuestros a antepasados a los socavones mineros. Son también la expresión ideológica de los que vienen intentando insertar la «modernidad» a través de cinco siglos de fracasos y de enriquecimientos de grupo, personales, y miserias comunales. No es posible separar estos conflictos del horizonte histórico del Perú de los últimos siglos. De acuerdo con el INEI, la tasa de desnutrición crónica de niños menores de cinco años en Apurímac es de 20.9%. En tanto, la tasa de mortalidad infantil y niñez entre el 2016 – 2017 fue de 27%.
No obstante el tiempo transcurrido, el divorcio de estos dos países, dos culturas, no cesa de ser un antagonismo cargado de odios y desprecios. No se logra entender, y dudo que se entienda, que el espacio «atrasado», «los indios y chunchos analfabetos» no transará nunca con la idea que el «progreso» y el «bienestar» transita por la ruta de la marginación de la mayoría por parte de una clara minoría privilegiada, y tampoco discurre por la depredación y la extinción de la Naturaleza. Nunca aceptarán que ella nos constituye y da sentido a nuestra existencia. Somos tierra, somos Naturaleza. Junto a policías, jueces y fiscales y el Estado, se halla el rostro de un desarrollismo inhumano cuyo fin único es la depredación y la ganancia. Para nosotros, la conservación de los «espejitos» de agua; los despreciados «riachuelos insignificantes»; la defensa de los hielos y las cumbres andinas; la defensa de la Amazonia y su integridad; de los arenales mancillados; el mar depredado, constituye la custodia de nuestras vidas y la defensa de la supervivencia de la humanidad.
Hay, sin embargo, asuntos «terrenales» que interpretar y analizar. Una y principal: las dificultades que tiene la dirigencia comunal de articular un mensaje que permita hacer entender a la ciudadanía, desinformada o alienada por un deformado enfoque de siglos, que la lucha es parte del bien común. Que detrás de los reclamos se encuentra el afán de construir una sociedad superior y distinta. ¿Cuáles son las razones para que esta vision de país no se articule y difunda? Los propios comuneros no siempre poseen las condiciones de discernir y expresar un discurso articulado, orientando sus reclamos a la obtención de un primario resarcimiento monetario y no al planteamiento de un plan de desarrollo que imponga a la minera y al Estado un programa de inversiones que muestre al país que la opción comunera es superior. La distancia de esta visión integradora es consecuencia de los siglos de desinformación, de marginación y racismo y de una educación monocultural que es enemiga de estos criterios y que ha impedido que los hombres y mujeres de las comunidades accedan a conocimientos superiores que les permita extraer de sus espacios íntimos, profesionales, intelectuales y organizadores políticos. Ante esta ausencia, aparecen entonces los «especialistas» traficantes de soluciones que siempre imponen cifras y balances económicos y porcentajes de ganancias por «asesoría». La repetición de toda la corruptela criolla que debe ser desterrada de la práctica social y política. Los comuneros son asediados por oportunistas de toda laya que lucran con el proceso y pervierten una lucha justa. Los partidos políticos, cercanos a las posiciones indígenas, tampoco tienen los cuadros ni operadores que puedan apoyar a las comunidades en sus propios términos. Carecen de la capacidad y sensibilidad para interiorizar el sentido de vida comunal. Vivos criollitos, oportunistas de toda laya se suman a la foto, a la delegación. ¿Para qué? pues para dimensionar el volumen económico del reclamo, sumar y restar cifras, acumular «poder» y figuración. ¿Del proyecto de largo plazo, de la visión estratégica? ¿Estra…qué?
Aquí requerimos cuadros de las propias comunidades, preparación integral, recuperación de pensamiento antiguo, vision de largo plazo, respeto por la organización comunitaria. Que se entienda que lo prioritario es construir poder y no conquistarlo. Que se asuma que al centro de ese espacio indígena, antiguo, comunal, no se puede ingresar con consignas y organización política que suplante a la comunidad.
Es tarea larga, ingrata, pero que tiene un destino seguro: construir una alternativa civilizatoria distinta. Recuperar lo que perdimos, reinterpretarlo, reinsertarlo en la sociedad, hacer que la «idea» comunal sea la idea rectora de nuestra sociedad.
Se adjunta aquí, como parte de un texto publicado en 2017, una introducción a la manera de ver los problemas que se han comentado.
Prólogo de libro Nación Andina
El Perú es un territorio nunca pacificado. La pertinaz violencia que ha construido nuestra historia conserva una presencia perseverante: el perfil oscuro de un antiguo pueblo en constante lucha por reencontrar su camino y rostro verdadero. Variados escenarios dan cuenta de esta realidad. El Estado, desde la orilla dominante, continuamente hostigado por expedientes judiciales o sediciones, ha usado la violencia y sus códigos legales para impedir que multitudes oscuras perturben los espacios albos del siempre precario e inestable país imaginario. Desde la teoría, dilatados razonamientos han tenido la vigencia que media entre una rebelión y la siguiente. El territorio ha sido espacio de centenarios desencuentros donde la divergencia entre la práctica y la teoría, la ley y la realidad, han propiciado fisuras insondables y provocado dos países enfrentados en pugna prolongada. Un país real poblado de tradiciones y contenidos míticos y milenarios, edificado con los sentidos naturales pero también con la sensibilidad del espíritu en contienda permanente con el país de la razón, descendido de la espada y la imposición. Una sociedad de símbolos, metáforas, analogías, comunitaria, cosmocéntrica y fecundada por la naturaleza en contradicción irresoluble con la racionalidad individual, antropocéntrica, invadida de conceptos y razones instrumentales.
Sobre los escombros de una civilización derrotada, la victoriosa patria criolla ha extendido una castiza y blanca idea de nación solo realizable con la desaparición o marginación del país atezado, habitado de lenguas y múltiples culturas. Irrealizable la extinción por la firme resistencia bélica y cultural de los dominados, tendieron un cerco alto en torno al territorio conquistado y construyeron dentro una extensión insular de la civilización invasora, insensible y cegada a las demandas del país real. Para trasponer los altos muros impusieron prácticas y condiciones muy claras y precisas: desindigenización, extirpación de idolatrías y adopción de nuevos dioses, abandono de la vida comunal, razias culturales, sustitución de nombres y apellidos, repudio de las lenguas maternas, olvido y vergüenza de tradiciones ancestrales, ignorancia de sonidos y colores, fauna y flora marginada. A las inapelables exigencias le adosaron una ruta de asimilación que nos obligaba a instalarnos en los extramuros civilizatorios y ejecutar subalternas labores productivas dentro una modernidad colonizada vacía de realidad y contenidos nacionales.
El centenario proceso se ha visto siempre acechado en todos sus flancos por la cultura nacional que, nunca rendida, ha continuado creándose y recreándose en condiciones adversas y viviendo siempre en el propósito de derribar el cerco reductor y los paradigmas inventados. Ante la imposibilidad de abatirlos decidió fagocitarlo por dentro, devolverles la invasión con la más eficaz de las armas: la cultura. Desde los tempranos asedios a ciudades sometidas, socavando las reducciones toledanas, el andino, trasmutado en indio, mestizo, campesino, obrero, de nuevo indígena, con mil rostros y colores y desoyendo leyes y mandatos ha escalado los muros discriminatorios para impregnar con su talante milenario cada hendidura de la cultura dominante haciendo que la falsificada sociedad colonizada adquiera textura, personalidad, estructura.
Los autores del alienado modelo societal no previeron la tozuda permanencia y reproducción de la cultura dominada. Elevándose por encima de adversidades y análisis racionales, la antigua civilización, con sus culturas descoyuntadas, arrinconadas, invertebradas, ha sido una constante e incómoda presencia en los intersticios de la sociedad criolla. Aquí nos hemos instalado y edificado inconsulta vecindad; nos toleran con reticencias y nos siguen utilizando, al punto que para
hacerse distinguible y mostrar personalidad original en el concierto de sociedades ha tenido que usar extensos sustratos y simbologías de la subalterna sociedad andina. Es la fortaleza y consistencia de nuestra cultura, no obstante la marginalidad en que ha transcurrido su desarrollo le otorga un firme sello de identidad a nuestra inconclusa nación. Escucha, padre mío: desde las quebradas lejanas, desde las pampas frías o quemantes que los falsos wiraqochas nos quitaron, hemos huido y nos hemos extendido por las cuatro regiones del mundo.
En los últimos decenios, de incontenibles desbordes populares y de masiva presencia de los marginados, la sociedad criolla ha inaugurado un término para una centenaria práctica. El vocablo motiva e impresiona: inclusión social. La estatal y formal invitación le otorga al andino y amazónico contemporáneo el derecho a ser atendido por un Estado monolingüe, asistir a centros de enseñanza donde el español es única lengua, litigar usando códigos romanos y atenderse en hospitales donde las experiencias ancestrales están ausentes. Son los falsos nuevos portales de acercamiento a la homogeneizadora pátina de modernidad occidental y cristiana; transponerlos, ya sabemos, significará la reconversión humana que deviene en intraducible copia de una imitación. Evitarlos significará permanecer en la esfera del ciudadano invisibilizado por la marginación social, económica y política. El proceso descrito, con variaciones y omisiones, ha sido la permanente consigna civilizatoria desde los albores de la invasión extranjera. El modelo, con retoques y actualizaciones, ha sido y es la idea vertebradora de la fracasada nación criolla que ha ocultado con eficacia que nunca hubo un problema del indio y sí un problema del blanco, irresoluble hasta hoy.
A la ampliación y discusión de estas y otras realidades conexas está orientado el ensayo. Tiene el propósito de contribuir a descifrar las dificultades que afrontamos los peruanos para constituirnos como nación, plantear una visión de los desencuentros, explicar que la raíz primigenia de las irresolubles contradicciones de nuestra sociedad parten de las divergencias de dos alternativas civilizatorias y culturales sustentadas en raíces filosóficas contrapuestas. Esta realidad, con frecuencia invisible a los sentidos, ha propiciado duales concepciones de la vida y el universo y por tanto dos procedimientos para relacionarse con la naturaleza, de organizar la producción y de entender las relaciones humanas y comunitarias, y también formas distintas de comprender el arte y los principios estéticos. Los antagonismos han propiciado una convivencia conflictiva, de permanentes contradicciones y que bien pueden ser expresados en la imposibilidad de hibridar el maíz y el trigo.
Hoy que nuevos horizontes se abren para los pueblos ancestrales y sus herederos, y se discute la insurgencia de paradigmas étnicos y culturales en la estructuración de las naciones, es necesario abrir el debate incorporando dos variables olvidadas:

cultura y civilización. Nos permiten relevar en su importancia tópicos de centenaria presencia académica y propiciatorios de desafortunados diagnósticos y estériles soluciones.
Aquí se propone una ruta, un camino por transitar hacia la siempre inasible idea de nación integrada. Se expone una propuesta que nace de la historia y de la irrenunciable vocación de un pueblo que tiene la capacidad de conducir a nuestra sociedad hacia la constitución de una Nación Andina.
No hallaran aquí un texto académico sujeto a los rigores de las publicaciones científicas, de lecturas y bibliografía ampulosa. Recordemos que los andinos somos un pueblo de tradición oral. Las citas están escritas en letra cursiva y se acompañan de sus fuentes. El contenido se apoya en el concepto del ensayo como páginas libres de cartabones y que asume partido, por eso agitativo, argumental y también pasional. Nada que comprometa nuestros destinos puede evadir el sino del espíritu y la intuición.
Felicitaciones por abordar un asunto tan actual desde una perspectiva andina. Un abrazo Blog del Autor: http://www.gusfilosofar.blogspot.comEnlace: librosperuanos.com
Me gustaMe gusta
Gustavo, saludos. Aprecio tu comentario. Proviene de la cantera de la sensibilidad y comprensión de lo Andino. Es, sin duda, el resultado de tu visión integral e integrada de nuestra realidad tan compleja y luminosa, al mismo tiempo. Hay matices y variedad en este campo, pródigo de Zorros de Arriba y de Abajo. El esfuerzo de todos los que disentimos con nuestra realidad actual, nos llevará a una realidad distinta. Un abrazo.
Me gustaMe gusta