Los politicos, la «clase dirigente» que conduce nuestra patria, no envían a sus hijos a colegios estatales y no usan los servicios de los hospitales públicos. Y cuando les toca ser juzgados por el sistema de justicia fruto de sus parlamentos y leyes, desconocen su potestad de juzgarlos. Hace unos cortos días, un conspicuo representante de estos politicos prefirió acabar con su vida antes de aceptar los tribunales que él mismo y su partido han contribuido a edificar. Es una descarnada y trágica realidad que expresa mejor que manuales y teorías lo que somos como sociedad. Para desgracia de estos personajes, la historia no es lineal ni mecánica: la justicia, corrupta la más de las veces, ha encontrado un resquicio en la miasma en la que vive y se ha tornado contra ellos. La otra historia, la que se construye con documentos y perspectiva de tiempo, es normalmente insobornable. Parece que algunos políticos o poderosos lo ignoran, por eso claman por ser evaluados por ella. Bueno pues, vayamos por ella en pasos iniciales.
No hay error al decir que la imagen del Perú corresponde con exactitud a la del Partido Aprista, y viceversa. La sociedad de primacía y mando político criollo, criollaza, vivísima, sin escrúpulos, de marginación de mayorías, de indios de m…, de ¿no sabes con quién te estás metiendo?, de ciudadanos de segunda, de perros y hortelanos, de lagunitas y fuentes de agua despreciadas, de asesinatos legales de población ancestral y de ejecuciones extrajudiciales, de fortunas mal habidas, de informalidad, de coimas para mover un expediente, de la necesidad de amigos para ser atendido en tres meses en el seguro social, o de pagos millonarios para expedir una ley desde el Estado, lleva el rostro y la identidad de esta organización que camina con nosotros desde hace cien años. El país de mafias urbanas, de compadritos y hermanitos, de fosas comunes, de ejecuciones sin juicio, de alianzas con perseguidores, de colas y dólares muc con P de patria y la U de la unión, de liberación de narcotraficantes, de prescripciones judiciales negociadas en la oscuridad, es el país construido por vivazos y criollitos y de cuya autoría el líder fallecido se precia: «Cumplí la misión de conducir al Aprismo al poder en dos ocasiones. Creo que esta fue la misión de mi existencia teniendo raíces en la sangre de este movimiento». Es cierto, condujo al poder a su organización, a sus células políticas, a sus operadores, a sus amigotes, al criollismo que había madurado en sus apetencias y ambiciones económicas. Ya sabemos qué hicieron con él.
Antes del líder carismático, y después de años de persecución, tuvieron todo a su favor para llevar adelante las reformas que en su fundación prometieron. Pero no, la «nacionalización de tierras e industrias» devino en componendas con los barones del azúcar y la oligarquía agraria para impedir una reforma que era urgente para un país que ya no soportaba más convivir con los encomenderos del virreinato transfigurados en gamonales y hacendados. La «acción contra el imperialismo yanqui» devino, apenas iniciada la acción, en componendas con la embajada norteamericana. Allí están lo documentos de la historia para ser vistos y analizados.
En el terreno de la propiedad latifundista, desdibujaron un mandato que el pais mayoritario clamaba, que ya no era revolucionario y menos subversivo, y lo caricaturizaron en una reforma agraria de comedia. El drama nacional tornado en actos y muecas de desprecio y cinismo; todo magistralmente negociado por su disciplinada y sonora «célula parlamentaria». No hay diferencia entre los gestos y palabras de esos años, con el actual: «He visto a otros desfilar esposados, guardando su miserable existencia…» Tampoco observo oposición entre el desprecio que han mostrado por las decisiones éticas y morales, ajustadas a la justicia, con las expresiones de su líder ausente expresando, orgulloso, que deja su acto como : «…como una muestra de desprecio hacia mis adversarios…» ¿Somos sus despreciables adversarios todos lo que no respaldamos sus ideas y actuaciones? Una lección primaria de la política es que su objetivo principal no puede significar conducir a un grupo al poder y tampoco despreciar a los adversarios. Rectifiquemos tal equívoco: es la sociedad la que debe organizar el poder y ejercerlo. Y los adversarios deben ser considerados, los enemigos requieren trato humanitario. No hay adversarios en seres degradados. ¿Significa que se renuncia a combatirlos con decisión y sin tregua desde nuestras posiciones? Claro que no, hay que hacerlo, es un mandato que emana de las propuestas políticas. Hay que derrotar el poder politico adverso. Clausurar la pus que derrama. Pero el respeto por su dignidad y humanidad no debe perderse. Asi es la sociedad andina. Los políticos y dirigentes ancestrales invitaban a los derrotados a participar del gobierno y sus dioses pasaban a figurar en los altares oficiales, su lengua y tradiciones respetada. ¿Habían excepciones?, seguro que sí, pero no era la norma. La complementariedad y reciprocidad andina se imponía. Claro que no, la dirección política no se negocia, la conducción es única. Sobre los escupitajos a una tumba no se construye nación.
Quienes se esperanzan en un juicio parcializado o benévolo de la historia, se equivocan. Para demostrarlo hay ciudadanos como Alonso Quiroz. En seiscientas páginas de antología, desmenuza el entramado corrupto que nos carcome. Exhibe, con pruebas documentales, toda la inmundicia que nos ha destrozado desde el dominio español, pasando por los héroes de la «Independencia», y atravesando a Echenique, Castilla, Cáceres, Piérola, Pardo, Leguía, Benavides, Prado, Belaunde, Velasco Alvarado, Fujimori, García. No olvidemos, esta miasma empezó con la coima desembozada que solicitó Pizarro para liberar a Atahualpa y con las emboscadas de los socios de la invasión disputándose el oro de una nación que felizmente todavía supervive y que en algún momento será clase dirigente. De esa dimensión y de esa profundidad es esta herida. Así es que tengamos calma, la historia no se equivoca en su juicio certero. Sabremos tarde o temprano la dimension de lo robado en estas décadas últimas, en bandas partidarias o a título personal. Lo sabremos cuantificado.
Mientras tanto, hay mucho por hacer, empezando por construir poder. Poder nativo, cuyos contenidos teóricos y politicos provengan de nuestros ancestros. Y no se trata de ninguna utopia arcaica ni la reedición de Tahuantinsuyos fenecidos, tampoco de regímenes pretorianos. El poder siempre ha sido civil, comunal, con mando sobre los hombres armados; es el único con destino histórico. Se trata del mayor esfuerzo jamás hecho por peruanos contemporáneos: crear conciencia de nuestro pasado, de sus enseñanzas y filosofía, del ama sua, ama quella y ama llulla, de retornar la mirada a enseñanzas antiguas. Ya un peruano ejemplar, fallecido también por mano propia y, él sí, con cartas de despedida conteniendo simiente de sociedad futura, lo dijo. Vendrá el día en que tengamos un suelo donde cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo pueda vivir, feliz, todas las patrias. Será el momento del orden andino.

Buenos comentarios en un formato con fondo inapropiado o el color de letra…. recomiendo cambiarlo para no cansar la vista….sólo son aspectos de forma no de fondo…
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