Parte del Capitulo IV del libro Filósofos Andinos.
La malla o red situada en la zona inferior del Retablo, ha sido analizada siguiendo la descripción que hace Santa Cruz; se observa docilidad en seguir los términos que usa el cronista para nombrarlo: Collcampata,. Se ha colegido que se refiere a los andenes cusqueños que congregaba a los gobernantes quechuas, dirigidos por el propio Inca, en ocasión de una ceremonia que inauguraba el ciclo agrícola. Aquí el Inca y su entorno empuñaban la chaquitaclla y roturaban la tierra y sembraban. Surge una pregunta: ¿qué papel desempeña una cuadricula en un espacio donde todos los elementos son alegorías de conceptos universales?, ¿qué razones asistieron al cronista para reproducir en su dibujo una realidad que no requiere interpretación para ser explicado y comprendido? El óvalo cósmico es la expresión más elevada de esta realidad, interpretarlo nos conduce a numerosas categorías de análisis. Entre otras, puede ser observado desde un nivel ontológico o epistemológico, también teológico, ético y estético y, sin duda, filosófico y semiótico. ¿Por qué se obvia este tipo de evaluación para la malla? Santa Cruz proporciona un nombre para la red, no una explicación. Es probable que ignorara el significado que los Amautas le confirieron a la red, limitación que también puede ser detectada en los detalles que brinda sobre las demás figuras.

Apartándonos de entender la malla como los andenes del Collcampata hallamos una ruta de interpretación observando objetos de dos épocas diferentes: pre inca y post inca. En la primera, acudimos a los ceramios de la cultura Moche estudiados por Jurgen Golte que conservan mallas de similar registro.
No son diseños instalados en el ceramio con fines solamente decorativos, realidad que no es propia de ninguna cultura en el espacio civilizatorio andino. El primer ceramio es descrito como una fuente acampanada que muestra en su parte inferior pirámides del mundo de abajo. Golte llama pirámides a la malla. [1] En el siguiente, la malla está asociada a la Chacana y la descripción señala que se trata del ayudante iguana que está lanzando flores al aire. Refiere Golte que el tinku básico del ritual es entre el mundo de abajo y las flores arrojadas al de arriba. [2] Subrayamos la asociación que hace entre el mundo de la chacana con mallas como sitio del Uku pacha. En el último ceramio Golte describe cautivos transportados ya se encuentran en el interior del cuerpo de la vasija, es decir ya pertenecen al mundo de abajo, como también lo indicarían sus caras pintadas de rojo. [3] De nuevo el Uku pacha. En este ceramio la malla ocupa el centro del objeto, el corazón, en otros términos, el punto nodal de las concepciones acerca de la muerte. Lo subrayo por la reiteración de este concepto en la pintura colonial que se mostrará.



Observemos ahora una fuente colonial. Se trata de una pintura contenida en el códice Galvin de Martín de Murúa. Nos muestra a un Inca abrazando un cerro, un Apu; una nota en la parte inferior del dibujo señala que se trata del cerro de Potosí. La malla que cubre la zona central de la elevación, como en los ceramios, reproduce la forma y el concepto contenido en la malla del Retablo. La vinculación del soberano inca y el Apu no es circunstancial, la autoridad requiere del cerro para ser, es parte de su condición divina-humana; el poder que emana de las interioridades del Apu legitima su ejercicio de liderazgo. Al interior de la malla se puede observar criaturas que habitan el espacio incognito del Uku Pacha. No consideramos casual la semejanza entre la malla que dibuja Santa Cruz y el dibujo de Murúa. Ambas tienen connotaciones teológicas. La ubicación de la malla como límite entre mundos, puerta de acceso al interior del mundo andino de abajo las vincula de manera evidente.

Resulta conveniente alcanzar una interpretación que ponga el dibujo de la red de Santa Cruz en una dimensión más apropiada.
Sabemos el polisémico significado de la palabra Pacha en quechua. Sirve para nombrar el espacio y tiempo. Pero no es útil solamente para describir estos dos elementos, también tiene una significación sencilla: ropa. No es casualidad que tenga esta acepción además de las dos anteriores. Se distinguen por el contexto en que se usan y por la entonación que la acompaña. Sabemos del hondo contenido simbólico del quechua. De la acepción ropa extraemos el concepto que la constituye y compone: el tejido. Pacha, por extensión, también puede considerarse tejido, malla, urdimbre. La trama que resulta de la interacción del espacio y tiempo. Aún con solo las acepciones de tiempo y espacio las relaciones expuestas siguen siendo válidas.
La malla, en una de sus facetas, representaría entonces el Uku Pacha, la profundidad desconocida integralmente, pero también, y lo más importante, el espacio donde la imperturbabilidad de la Pacha espacio, se integra con la fluidez del tiempo, Pacha tiempo. Territorio incognito donde el entretejido de ambos conceptos se ejecuta sin interrupciones terrenales.
Si nuestros antepasados tuvieron la capacidad extraordinaria de equiparar el tiempo y el espacio, también conservaron la capacidad de simbolizarlo. El Retablo, espacio de contenido profundamente filosófico y teológico alberga ésta representación en la figura de la malla o red santacrucina. Y, claro, en ese sentido es también depósito, collca, de todo aquello posible de ser depositado en el lugar donde el espacio y el tiempo se entretejen. Alberga por lo tanto objetos, productos, divinidades, historia, costumbres, sociedad. Por eso la importante ubicación que ostenta. Base y cimiento de todo el Retablo. Garcilaso proporciona un sentido de interpretación para los andenes del Collcampata, que nos acerca a la importancia de este lugar. Señala que era particular y principal joya del Sol, porque fue la primera que en todo el Imperio de los Incas le dedicaron. Este andén labraba y beneficiaban los de la sangre real, y no podían trabajar otros en él sino los Incas y Pallas. [4] La especial consideración que se tenía por estos andenes nos conducen a pensar, en virtud del principio de relacionalidad y complementariedad del pensamiento andino, que contenían un significado adicional al conocido. No era solamente lugar de exclusivo uso del Inca y las elites del poder, razón suficiente para considerar su tesitura divina, sino que el destino de su uso estuvo precedido por complejas connotaciones teológicas. Su especial, Hanan, ubicación en la estructura urbana del Cusco nos lleva a interpretarlo como exclusivo recipiente, centro productivo de alto contenido doctrinal que, luego, se destina para uso del Inca. Las crónicas señalan este lugar como el espacio que primero ocupó Manco Cápac. Observemos que los andenes estaban enclavados en el «pecho» del cerro que contenía el templo del Sol del Hanan Cusco, el Sacsayhuamán. Nos preguntamos si de esta consideración proviene su nombre: ¿era un halcón que se saciaba de los contenidos del andén, situado en medio de su pecho? En la figura Galvin observamos la reproducción de esta idea aplicada al cerro de Potosí. ¿Estaba el Collcampata, además de lugar de acopio de objetos y mitos sagrados, ligado a una forma de ingreso al Uku pacha; era acaso un lugar privilegiado para acceder a ese espacio sacro? Debe también entenderse la malla como un complejo modo de acceder al mundo interior, personal.
Otra consideración que abona en favor de esta lectura: la forma que posee el tiempo cíclico andino. No es el tiempo del eterno retorno europeo. El tiempo andino es cíclico, sí, pero no conserva la repetición mecánica de los acontecimientos; los Pachacutic renuevan los procesos sociales aproximándose a los tiempos anteriores, sin imitarlos ni copiarlos con exactitud. Todos los tiempos son semejantes, pero distintos. Es un tejido complejo en el que espacio y tiempo se entrecruzan edificando una urdimbre, malla y red compleja.
[1]Jurgen Golte. Moche cosmología y sociedad. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 2015. Pág. 207.
[2]Jurgen Golte. Moche cosmología y sociedad. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 2015. Pág. 253.
[3] Jurgen Golte. Moche cosmología y sociedad. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 2015. Págs. 287, 288.
[4]Inca Garcilaso de la Vega. Comentarios Reales de los Incas. Libro Quinto. Capítulo II. El orden que tenían en labrar las tierras; la fiesta con que labraban las del Inca y las del Sol. Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Lima 2007, pág. 341.