La Chacana

Se han vertido numerosas teorías y especulaciones en torno al origen y significado de este símbolo ancestral; verificamos laboriosas interpretaciones como irracionales enfoques esotéricos y pintorescas teorías de perfiles interplanetarios. Se trata de una figura que no ha agotado su entendimiento no obstante la  en un ámbito restringido. La ausencia de suficientes referencias acerca de su antiguo significado es una razón que explica la proliferación de opiniones; sus contornos nos interrogan desde distintos espacios y tiempos; los cronistas no se han detenido en describirla a diferencia de la profusa aparición en iconografías, textiles, cerámica y restos pétreos. No poseemos hasta hoy trazas suficientes que orienten una interpretación que fomente consensos; las disímiles interpretaciones son, probablemente, la mejor muestra de su vivificante presencia. Habita el privilegiado ámbito de los símbolos de comprensión inagotable. Y esta quizá sea su mayor virtud y la razón de su existencia.

Chacana y tiempo circular-helicoide

Hallamos opiniones que no la relacionan con algún cuerpo celeste en particular y la señalan de orígenes no precisados como también hay quienes la asocian a la constelación de la Cruz del Sur. No pocos se distancian de ambos puntos de vista sin precisar ni destacar otro distinto.  Emergiendo de la sustancia de estas controversias, al margen de sus orígenes y entendimiento, la Chacana ha sido una realidad incontrovertible en la estructuración de la prehispánica sociedad andina y asume hoy un lugar importante en el imaginario colectivo y popular como símbolo que acumula pasado y porvenir, una forma de presentir un futuro que no es esquivo e inhallable pero que todos presienten un lugar distinto al deshumanizado espacio que habitamos.

Nuestro enfoque de interpretación no se aparta de la asociación naturaleza y sociedad, cosmos y vida terrenal y privilegia los referentes espacio-tiempo, por la invariable importancia de esta pareja indisoluble en el mundo andino. Por estas razones creemos improcedente desvincular los orígenes de la Chacana de la geografía cósmica. No hay criterio útil y distinto si deseamos alcanzar las razones últimas de cualquier antiguo evento social prehispánico, mucho más si se trata de un desarrollo espiritual y sacro.

Otra evidencia es que ha formado parte de la comunidad andina desde tiempos milenarios. Se ha señalado una antigüedad de cinco mil quinientos años para una cruz cuadrada en los petroglifos de Queneto, en La Libertad; es, se afirma, la figura más antigua [1] Encontramos una Chacana en el Complejo Arqueológico de  Ventarrón, distrito de Pomalca, Lambayeque, del Arcaico Tardío, de claro contenido sacro y de una antigüedad que va de cuatro a cinco mil años de antigüedad. Se la observa también en los asentamientos urbanos de Caral, zona de Chupacigarro, con un pasado de cerca de cinco mil años. [2] La hallamos en Chavín, Wari, Tiahuanaco, y en los desarrollos regionales intermedios. Su ámbito es continental, la ubicamos en las sociedades mesoamericanas y norteamericanas, y en su activa presencia en el sur de nuestro continente. En época más reciente, fines del siglo XVI e inicios del XVII, las ilustraciones de Juan Santa Cruz Pachacuti [3] nos permiten reconocer esta asociación con evidente suficiencia. En el conocido Retablo del Coricancha ha dejado señales muy claras de su gravitación. Su referencia a Chacana en general, junto a trazos estelares claramente vinculados a la constelación de la Cruz del Sur, nos permiten establecer esta asociación. El sacerdote jesuita Joseph de Acosta hace una breve mención a la Chacana, antes refiere: Y generalmente  de todos los animales y aves que hay en la tierra, creyeron que hubiese un semejante en el cielo, a cuyo cargo estaba su procreación y aumento, y así tenían cuenta con diversas estrellas como la que llaman Chacana y Topatorca y Mamana, y Mirco y Miquiquiray, y así otras, que en alguna manera parece que tiraban al dogma de las ideas de Platón. [4] La importancia de la cita, por su mención a la Chacana, nos provee de una información muy didáctica sobre el principio de paridad, que usamos con profusión en estas páginas. Nos invita a pensar en la realidad terrenal que es par de la Chacana. Martín de Murúa hace una breve mención a la Chacana cuando explica que nuestros antepasados tuvieron creído que todos los animales y  aves de la tierra tenían en el cielo otro semejante suyo, a cuyo cargo estaba su generación y aumento, y así adoraban a diversas estrellas, como a la chacana, topa-torca, mamanay , mirco y miqui-quiray y otras así. [5] 

Chacana y tiempo circular-helicoide

El aporte de María Scholten fue importante por el giro que le proporcionó a los estudios de la civilización andina al descorrer su dimensión geométrica y matemática al mismo tiempo que sacra y espiritual. [6] Luego, Carlos Milla Villena aportó un impulso singular a los estudios sobre el tema con el hallazgo de geoglifos de una antigüedad superior a los cuatro milenios en el valle de Chao, departamento de La Libertad, que reproducen el alineamiento estelar de la Cruz del Sur y le permitieron desplegar razonamientos teóricos y métodos de análisis geométricos para ver en los restos arqueológicos vinculación con la Cruz del Sur y obtener de ella dimensiones y proporciones como fundamento de un patrón de medidas de uso prehispánico. Es un esfuerzo que no ha sido continuado, lamentablemente, no obstante su gran importancia. Son estudios que resultan fuente de imprescindible utilidad, más allá de las controversias que puedan suscitar sus puntos de vista y métodos cuantitativos de análisis; en general sus razonamientos han contribuido a mostrar la alta capacidad tecnológica de nuestros antepasados y evidenciar la organización y  acondicionamiento del territorio ancestral andino como resultado de homogéneas concepciones cosmológicas y espirituales. Es necesario la recuperación de líneas de interpretación semejantes que, criticando o afirmando sus puntos de vista, recobren para nosotros una realidad olvidada y mediatizada por un colonialismo mental que nada bueno nos aporta.

Es notoria la restringida amplitud que le otorgan los diccionarios antiguos a la palabra Chacana. Las escasas definiciones del término no son atribuibles a olvidos circunstanciales; los lexicógrafos supieron separar significados indeseables y disminuir sus significados espirituales o idolátricos. Es notorio que eligieron ignorar  las palabras y discernimientos reñidos con las concepciones religiosas occidentales o que  colaboraban con la preservación del alto pensamiento andino. Lo sabemos por el contenido y sentido de las preguntas que elaboraban los extirpadores de idolatrías que denotan conocimiento más extenso del mostrado en los diccionarios. [7] Son razones que explican la pobreza de términos y conceptos para describir a la mítica Chacana. La tarea civilizadora generó relaciones de violencia textual […] que se observan en los elementos culturales que la cultura civilizadora le asigna al otro y los que seleccionan como válidos o descarta como carentes de valor. [8] Lo que tenemos superviviente es muy poco para tamaño símbolo; indican que se trata de una escalera o serie de travesaños escalonados para subir o bajar; poner dos cosas cruzadas, atravesar algún espacio para impedir un flujo, tapar el paso. Puente o cruce, aparece en la intersección o puntos de transición de líneas trazadas de arriba hacia abajo o viceversa, y de izquierda a derecha o viceversa. Desentrañar su significado por esta vía es improductivo y muy poco útil. Se requiere desarrollar pensamiento uniendo los residuos semánticos y la extensa representación gráfica.

Cruz de Nopiloa-México.

El ya citado cronista Juan de Santa Cruz Pachacuti, en el conocido Retablo del Coricancha, nos reitera la importancia que tuvo el símbolo cuando en lo alto de una composición, que reúne primordiales elementos de la sacralidad andina, dibuja un signo que nos conduce a la imagen de una cruz compuesta con las estrellas de la Cruz del Sur. Recrea la composición en un espacio inmediatamente inferior al denominado Óvalo cósmico, subrayando con esta ubicación su rol integrador y relacionador. Esta vez nos sugiere la imagen de dos travesaños entrecruzados, un real Chacatani que equivale a  cruzar o poner dos cosas cruzadas o al través como los brazos de la cruz,  a decir de González Holguín. En esta ocasión le adjunta un nombre: Chacana en general que sugiere la existencia de distintas formas de Chacanas y relega la idea de una interpretación singular, de una sola forma de ubicar e interpretar el símbolo. Si hacemos un ejercicio de suprimir alguno de los símbolos presentes en el Retablo en virtud de su relativa importancia, veremos que ninguno es desperdicio o residuo, pero si es posible señalar que, sin las figuras de las cruces, chacanas, el Retablo carecería de su elemento integrador. Está en la cumbre de la composición y como elemento unificador de lo prensible e inaprensible, del mundo celeste y terrenal; vínculo entre dioses y humanos. La palabra chakarára la describe bien: nexo entre el tronco y la pierna. [9] Podemos afirmar:  vinculo del todo con sus partes.

Por lo mencionado y por su densa y nutrida presencia en todos los espacios y formatos del territorio andino, la consideramos como el principal símbolo civilizatorio de la sociedad ancestral. La forma en que ha sido creada, el origen de sus formas está aún sujeta a investigación y es también fuente de controversias. Desligarla de la contextura de la constelación de la Cruz del Sur es un empresa complicada, sus orígenes parecen anidar en ella; resta conocer el proceso de evolución que parte de cuatro estrellas sin acabada euritmia y asciende a los escalones rítmicos y equilibrados que componen su acabada armonía y plenitud. Cualquiera que sea la explicación final no podrá estar exenta de dimensiones que contengan desarrollada geometría y matemática. La propuesta constructiva de Carlos Milla espera continuadores o impugnadores de su magnitud y talla intelectual. Es necesario subrayar lo laborioso que resulta trazar con suficiencia y armonía una chacana, se requieren destrezas técnicas que solo pueden provenir de un alto y prolongado desarrollo de las ciencias. Por otro lado, asociar la figura con patrones de medida y esquemas constructivos modeladores del universo andino no es desatinado. La ruta abierta debe ser continuada.

Chacana en antiguo códice mexicano

Para acercarnos al significado de la Chacana debemos usar el principio de la relacionalidad andina, también de los ineludibles criterios de paridad,   complementariedad y correspondencia. Sabemos del sustrato social básico de la sociedad antigua, fina red que vincula todos los elementos que componen la realidad :  cosmos, geografía, seres vivos, en la amplia definición que incluye lo animado e inanimado y que P. Descola ha descrito como ontología analógica y también animista [10] que, en nuestra visión, es un todo abrigado con los criterios y fundamentos del espacio-tiempo nativos. La Chacana reúne en sí misma el espacio y el tiempo. Su primera representación se expresa en la tangible presencia de la constelación que le da origen, la Chacana no está en la figura de la Cruz, emana de ella, como el rio Wilcamayo de la Vía Láctea o el Qhapaq Ñan del Sol. La Chacana está en el cosmos en la misma medida en que la Cruz cósmica está en la Chacana terrenal. Por su condición de tinkuy en sí misma puede ocupar la dimensión del espacio o el tiempo. Puede materializarse dibujada en las andas guerreras de un soberano inca o señalar el momento de inicio de una actividad productiva. La Chacana relaciona, une el cosmos y el territorio andino, contiene peldaños para ascender e integrar el pacha-espacio y el pacha-tiempo. Sus tres escalones, repetidos en su entera periferia, expresan los tres verbos del tiempo distribuidos en el presente extenso que cobija un dilatado pasado y reducido futuro. Si el Hatun Mayu tiene su encarnación terrena en el sagrado Willcamayu y el Sol en el Qhapaq Ñan, el cosmos se traduce en la Chacana, significando la paridad entre el espacio y el tiempo y la complementariedad material y espiritual. Objetiva la correspondencia de dos esferas del firmamento sacro andino: lo inaprensible del cosmos y lo inteligible terrenal. Creemos que, segmentar el término en Chaca y Hana como lo muestra C. Milla, así  como asociar los escalones a las tres diagonales explicadas por él es una visión que debe ser profundizada, [11] expresiones que deben ser atendidas. No es posible encasillar a ninguno de los icónicos símbolos andinos en una interpretación parcial y limitante.

Los afanes de transformar la figura y sus peldaños como escalones para el reptar de serpientes y base de vuelo de cóndores y superficies para el rugir de pumas o imaginar caminos para obtener bienestar personal no tienen ninguna relación con el significado de este símbolo. Es el cosmos incognoscible y la reversibilidad del espacio-tiempo, con criterios andinos; la comunión del todo con sus partes, es la comunidad integrada y de miles de rostros y formatos colectivos, no es la unidad, es la unión, no es el individuo, es la comunidad, con el Ser en desarrollo dentro de ella. Es todos los espacios del tiempo y todos los tiempos del espacio, es izquierda, derecha, arriba y abajo, adelante y atrás, es señal de bienestar, de lo infinito de la vida, medida de lo diminuto y magnitud de lo infinito. Se halla en micro copia los elementos fundantes de la vida y en la infinitud del cosmos. Es, en suma, el Allin Kausay universal, la armonía del ser colectivo con la naturaleza, es el equilibrio entre los verbos del tiempo, es comunidad  integrada, diferenciada y unitaria.   La Chakana es el símbolo andino de la relacionalidad del todo.

Chacana en México


[1] Carlos Milla Vidal Villena. Génesis de la cultura andina. Edición del autor. Lima, 2011. Pág. 191.

[2] Ruth Shady, Marco Machacuay,y otros. Centros Urbanos de la Civilización Caral: 21 años recuperando la historia sobre el Sistema Social. Ministerio de Cultura. Lima, 2015. Pág. 66.

[3] Juan de Santa Cruz Pachacuti. Relación de antigüedades de este Reino del Perú. Edición, índice analítico y glosario de Carlos Araníbar. Fondo de Cultura Económica. Perú, 1995.

[4] Joseph de Acosta. Historia natural y moral de las indias. Fondo de cultura económica. México, 2006. Pág. 248.

[5] Fray Martin de Murúa. Historia general del Perú. Libro segundo. Cap. XXVIII. Dastin, S.L. Madrid, 2001. Pág. 412.

[6] Maria Scholten de D’ebneth. Geometría y Geografía Humana en Sudamérica. Revista del Museo Nacional. Tomo XXIII. Lima, 1954.

[7] Lydia Fossa. Bajo el cielo de Chuqikirau. Editorial Horizonte. Lima, 2018. Pág. 287.

[8] Lydia Fossa. Narrativas problemáticas Los inkas bajo la lupa española.PUCP e IEP. Lima, 2006. Pág. 57.

[9] Jorge A. Lira/Mario Mejía Huamán. Diccionario quechua-castellano, castellano-quechua. Editorial Universitaria. Lima, 2008. Pág. 84.

[10] Philippe Descola. Más allá de naturaleza y cultura. Amorrortu editores. Argentina, 2012. Págs. 317, 318.

[11] Carlos Milla Villena. Génesis de la cultura andina. Edición del autor. Lima, 2011. Pág. 74.

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