Contradicciones que el Perú debe resolver

Acción práctica y teórica van unidas, ni una antes y otra después, ambas realidades se complementan. Son la mejor expresión de la paridad andina, cada una posee un universo distinto que se complementa con el otro para ensamblar un punto de encuentro, un Tinkuy, que alberga a las dos espacios.

Señalar las contradicciones que soporta la sociedad peruana exige generalizaciones que lesionan la exactitud. Es el riesgo que se asume cuando se pretende sintetizar las complejidades de una sociedad en cinco temas. La distinción de esta propuesta es su origen y sus condicionamientos: Su visión cultural y la impugnación que contiene de la civilización occidental y cristiana proviene de la vertiente andina del pensamiento. Se ejecuta recaudando las reflexiones y demandas de Garcilaso, Waman Puma y Santa Cruz Pachacuti, pero también hay fermento vallejiano y voces de Churata y Urviola.

Señalo que, con algunos añadidos para esta publicación, el tema fue tratado originalmente en el texto Nación Andina.

CONTRADICCIONES

Primera contradicción. Enfrentamiento de los intereses andinos y criollos

Es la contradicción principal y muestra la aún insuficiente capacidad de lo andino para alcanzar y ejercer el poder  y las limitaciones del criollismo para gobernar. El resultado es un permanente escenario de conflicto político y social que, con intermitencias, sume al país en la violencia y desconcierto con variantes de alta y baja intensidad. el proposito de resolver esta contradiccion se observa en la resistencia de los Incas de Vilcabamba y en las rebeliones de Juan Santos Atahualpa, Tupac Amaru II, Juan Bustamante Dueñas, Atusparia, Teodomiro Gutiérrez, Hugo Blanco, Locumba y el Andahuaylazo. Hay expresiones contemporáneas de

menor magnitud pero unidas por la constancia del conflicto y la contradicción: Bagua, Tía María, Espinar, Las Bambas, Conga y un largo y prolongado etcetera.

Es notoria la miopía de los criollos para juzgar los hechos señalados, ignorar que se trata de una permanente inconformidad con el orden imperante y también la vitalidad de una cultura que se ha negado al sometimiento y la inclusión.  Si observamos los hechos de nuestra época veremos que el simple uso de una mesa de negociaciones requiere de intérpretes para acomodar lo imposible: la visión incompatible de nuestros destinos, las dos formas de entender la vida y la naturaleza, de entender el país.

Subrayemos, detrás de los conflictos incesantes se halla el desencuentro de dos expresiones culturales que nunca hallaron medios para armonizar su convivencia. El resultado es una sociedad peruana que se asemeja a un ser humano con prolongados síntomas de trastornos de la personalidad y sociopatías que nunca fueron atendidas de manera conveniente. Una mayoría de peruanos no se siente representada en la sociedad oficial siendo una particularidad notoria de esta insatisfacción el desconocimiento del origen de su malestar. Ignoran los principios de esta persistente

disfunción social y lo sitúan en un nivel individual, personal, cuando abarca la totalidad de la sociedad peruana. La experiencia se asemeja a quienes se hallan en búsqueda de sus orígenes y del sentido de su existencia. Es el gran e irresuelto drama nacional.

En esta perspectiva de análisis precisemos que la principal contradicción se originó en el instante de la invasión occidental y fue desarrollada y ampliada a lo largo de los siglos. Su contenido posee complejas relaciones étnicas y culturales, de clase y económicas. En su estrato más profundo se nutre de diferenciadas fuentes filosóficas, contrarias visiones del país y de criterios antagónicos en la construcción de la nación. El antagonismo es de tal magnitud que genera contradicciones adicionales y dependientes. Su progreso ha sido y es la principal y permanente fuente de conflictos nacionales; ha trabado el diálogo y desarrollo y tornado estéril cualquier esfuerzo de construir nación; ha impedido edificar la comunidad imaginada que se conduzca a la integración social y, lo que es más importante, nos ha privado a los andinos de un hogar nacional.

La irresuelta y contradicción descrita crea un permanente vacío político y social que, con intermitencias, sume al país en la violencia y desconcierto. La miopía del Estado y la sociedad criolla es tan notoria que les impide observar que detrás de los conflictos incesantes se halla el desencuentro de dos expresiones culturales que nunca hallaron medios para convivir en armonía.

Segunda contradicción. Oposición entre la estructura productiva y las condiciones objetivas de nuestra naturaleza

La actual y fallida estructura productiva ha sido edificada en oposición al mandato de la geología y geografía nacionales y es producto de particulares intereses económicos y culturales ciegos e insensibles a las singulares características de una agreste y feraz naturaleza que exige ser abordada orientados por principios probadamente eficaces: identificación de la vocación natural del suelo y la geografía, complementariedad productiva y ocupación horizontal de todos los pisos altitudinales y ecológicos, en especial los situados por encima de los tres mil quinientos metros sobre el nivel del mar.

La mentalidad occidental y colonial ha explotado la naturaleza con paradigmas inadecuados, con criterios útiles para otras geografías y con moldes extractivos y depredadores. La consecuencia ha sido la desestructuración de una economía labrada en milenios concordante con las necesidades objetivas de la naturaleza y las sociales. Los encomenderos y sus descendientes destruyeron lo que hallaron y no han sido capaces de construir un modelo alternativo eficaz; el suyo no ha construido

desarrollo, ha  afectado negativamente el ecosistema natural además de carecer de conexión con su entorno y ser fundamentalmente primaria exportadora.

La formación económica constituida posee un conjunto de deformaciones derivadas del uso equivocado de las fuerzas productivas. Lo que deja a su paso son conflictivas y distorsionadas relaciones sociales; enfoques exóticos en la definición de las grandes líneas de producción; falencias en las relaciones personales al interior de los centros de transformación que no responden a ancestrales formas de interrelación social; caótico y desordenado acondicionamiento del territorio e invertebrada ocupación del espacio y ausencia de cadenas de producción complementarias. Las bases productivas tienen su correlato visible en una irracional superestructura que contribuye a reproducir y a alimentar las deformaciones.

Tercera contradicción. Antagonismo entre el monocultural Estado criollo con la población andina-amazónica

El Estado homogéneo y monocultural no reconoce la existencia política de la comunidad andina que reúne básicas consideraciones para obtener su propio Estado, propietaria además, de particular acervo cultural y de particulares espacios territoriales y con un proyecto histórico social y

político compartido y eenraizado en nuestra historia. Esta comunidad mayoritaria carece de Estado.

Esta contradicción adjunta también a marginales estamentos criollos a quienes el Estado tampoco los representa ni sirve con eficacia. Se trata de una minoría que también carece de representación estatal; estamento social denso y absolutamente identificable.

La superación de esta contradicción no comporta atender solicitudes de inclusión o de admitir cualquier forma de absorción. Está en cuestión resolver el antagonismo entre el Estado monocultural y la sociedad pluricultural. Es el gris estatal en oposición al variopinto colorido de la sociedad mayoritaria. No es posible continuar en la aceptación de relaciones absolutamente asimétricas que prodiga un organismo que imparte salud, educación, justicia, seguridad, recreación, etc. provisto de lenguaje único y con criterios que solo sirven para privilegiar aún más a los grupos dominantes.

Cuarta contradicción: Diferencias entre lo que somos y lo que deseamos ser

Su origen se ubica en el estado deformado de nuestras mentalidades, construidas por un eficaz sistema que se inicia en el hogar y atraviesa todo el sistema educativo formal apoyado por los medios de comunicación. Los alienantes formatos del diseño han alterado el desarrollo de la

personalidad creando diferencias profundas entre las condiciones objetivas de nuestra identidad y las imaginarias implantadas por el colonialismo. Pretendemos ser occidentales sin poseer ninguna cualidad que lo sustente, ni geográfica, cultural y tampoco política ni económica.

La imposición de una estructura mental distinta no le confiere la categoría de cualidad natural, permanece en el nivel de imposición arbitraria. La realidad impuesta no hace posible armonizar realidad y fantasía, desintegra nuestro ser natural. La consecuencia es la formación de una extensa colectividad de ciudadanos  descastados y desclasados que son un serio obstáculo para la edificación de una sociedad superior. La occidentalización de nuestra sociedad ha sido un esfuerzo permanente y fallido y que posee drama y bélicas tragedias sociales, rostros que personifican el rechazo a la imposición. Desde Felipillo, pasando por el ayuntamiento de Inés Huaylas con Francisco Pizarro hasta las políticas de inclusión social contemporáneas, la sociedad andina permanece allí, presente, transformada es cierto, pero viva, acechante, indomable. Todas las políticas ejecutadas para lidiar con esta realidad han mantenido la situación invariable en su esencia.

Es una inadvertida realidad que ha creado entre nosotros un desarrollo psíquico contradictorio y desnaturalizante de la condición humana: un Superyó regido por las imposiciones de Occidente y un Ello andino reprimido en los sótanos de la personalidad; al medio, el principio de la realidad los hace desarrollar un Yo anómalo que nos acomoda a vivir una realidad contradictoria y ficticia. Es una situación perfectamente asociable a formas de esquizofrenia: uso de dos rostros y dos personalidades, la oficial y visible, criolla occidental, articulando al Perú irreal con premisas básicas e innegociables como señalar a la “raza” blanca como el rostro representativo nacional, seguida de una gradación muy controlada y aceptable que continúa en el mestizo, oriental, negro, indio e indígena amazónico. Es la identidad de los actos oficiales, ceremonias,  formalidades. La identidad real, velada y soterrada es de uso cuando el escenario permite informalidad para hacer visible el Ello profundo. Es el disfraz para festividades pasajeras, la actividad comunal, de efemérides, de expansión y de reencuentro con tradiciones que sabemos solo pueden aparecer como catarsis, como limpieza de culpas soterradas,

Ezequiel Urviola

como expresión momentánea de lo que quisiéramos ser siempre y nos prohibimos. Es también utilizada para ser identificados ante lo extranjero; sin reparar en los incomunicados compartimientos en que está dividida su personalidad, con orgullo, muchas veces genuino, nos señalamos originarios del país de los incas; si esta descripción no es suficiente apelamos entonces al nombre de algún famoso resto arqueológico que termina por flanquearnos el acceso a una identidad invertebrada, postiza.  Es la realidad que hemos observado recientemente en el espectáculo mostrado en la inauguración y clausura de los juegos Panamericanos en Lima en donde se hace uso.

Toda está irracional estructura política, económica y social es apoyada y sostenida desde el exterior por Estados que comparten las bases civilizatorias hegemonizantes y homogeneizadoras que se advierte como el modelo a imitar. No obstante su visible declinación es el sostén del modelo que se enarbola insustituible en el Perú. Como hemos visto, todas las colectividades políticas la consideran cimiento básico de elementos que se congregan en torno a la propuesta de sociedad que cada una luce y proyecta hacia nuestra sociedad. Es una contienda desigual pero es de vital supervivencia como sociedad neutralizar anular las influencias negativas de esta relación.

La lucha por lograrlo se expresa en la contradicción última que es necesario enfrentar:

Quinta contradicción: Contradicción que opone a las culturas originarias de nuestro país con la civilización occidental y cristiana y su Estado líder y Estados satélites.

Son, en última instancia, la oposición de los intereses nacionales con los intereses coloniales de las potencias imperiales que tuvieron y tienen al Perú como su zona de influencia y que, al interior de nuestra sociedad, comparte objetivos con la patria criolla. El rostro imperial en esta desigual relación ha ido mutando de perfil: fue España primero, luego Inglaterra y ahora Estados Unidos. Existen sectores de la sociedad criolla a quienes esta contradicción los incluye de modo perjudicial. Son colectividades con quienes será necesario llegar a niveles de entendimiento y cooperación.  

Resolver esta última contradicción es probablemente el escollo más difícil de vencer por las sólidas bases de dominación civilizatoria ejercida sobre nuestra sociedad, por el grado de legitimidad alcanzado y por las fuerzas aliadas que poseen en el territorio nacional y continental.

Las contradicciones señaladas serán resueltas mediante la sustitución de la clase y etnia dominante de las posiciones de poder y de conducción del país, reemplazando la casta criolla que conduce el Estado desde siempre por una nueva colectividad cultural: la andina.

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