Proyecto de transformación
Nunca un claro proyecto de transformación, que denomino de liberación nacional, ha tenido tantos factores a su favor. Las condiciones sociales, políticas y culturales del país en las dos últimas décadas, agudizadas en los recientes cuatro o cinco últimos años, son de tal nivel de excepción que no parece posible se repitan en mucho tiempo. La profundización de las contradicciones se favorecen por un escenario mundial y regional que contribuyen al afianzamiento de esta realidad.
Se trata de una coyuntura que reúne las siguientes características:
En el ámbito internacional.
- Declinación ostensible del dominio ideológico de Occidente.
- Potencias emergentes desafían el poderío económico y militar del tradicional gendarme del proyecto civilizatorio dominante.
- Reducción de la exclusividad de mercados para Occidente en beneficio de economías emergentes.
- Declinación de la influencia de la iglesia católica en las mentes de grandes sectores y proliferación de confesiones que minan su poder.
- Creciente recuperación de identidades regionales étnicas y culturales que promueven movimientos de clara identidad autónoma en numerosas regiones mundiales.
- Notorio desarrollo en el primer mundo de contradicciones que han sido propias de países subdesarrollados: luchas interétnicas y conflictos culturales, disminución de las condiciones de vida, lumpen proletarización. Son realidades inéditas en los centros urbanos de las potencias mundiales: Europa occidental y Estados Unidos, en particular.

En el ámbito continental
- Desprestigio de las clases y castas dominantes cuyos orígenes se remontan a la invasión europea.
- Reactivación de identidades étnicas que dejan atrás reivindicaciones gremiales y muestran clara determinación política.
En el país
- Encontramos en años recientes la presencia, por primera vez en el contexto de la dominación, de desarrollo teórico que pone en cuestión la legitimidad del dominio de clase y étnico blanco. La impugnación se desarrolla desde nuestra dominante realidad cultural y étnica. La teorizaciones comprenden reivindicaciones culturales de restringidos criterios cósmicos que no cuestionan el poder establecido y se enfocan en proteger un reducido y manoseado espacio vital para desarrollar vivencias y estilos de vida infestado por las peores excrecencias de la ideología occidental, como también plataformas tahuantinsuyanas de exclusiones repetidas y que pretenden revivir el “imperio inca” sin desarrollo ideológico ni programático que lo justifique. Entre estos espacios hallamos teorizaciones que se basan en la milenaria lucha del pueblo andino y que recoge también desarrollo teórico forastero, pero se asienta firmemente en una contemporánea realidad nacional y busca sentar las bases ideológicas que sustenten un proceso de desarrollo nacional de largo aliento.
- Este desarrollo teórico, no obstante basar sus fundamentos en la población indígena y sus distintas formas de descendencia, no tiene aun asiento en ninguna organización política y se reparte en segmentos desligados de su matriz cultural; se trata de andinos descastados y de criollos marginales.
- La desindigenización de la población india en nuestro país ha sido vasta y profunda; su concepción y ejecución se la debemos a los encomenderos en sus inicios y en el ámbito contemporáneo al marxismo en todas sus variantes.
- La conversión de etnia en clase ha sido nefasto para nuestra historia. De este modo se desmembraron organizaciones étnicas naturales y las convirtieron en organizaciones campesinas de defensa de intereses de clase que ha actuado desde entonces como furgón de cola de criollos materialistas y dialécticos. Con manuales bajo el brazo, sus dirigentes y activistas, han asolado nuestros campos y han mutilado nuestra fundamental herramienta étnica. El quechua cuando lee las estrellas también cultiva y crea arte y sociedad mientras el campesino es un desorientado monocultivador cercano a Monsanto. Esta dramática y dolorosa como también inadvertida transformación ha extraviado o inutilizado la poderosa herramienta de desarrollo que acompaña a una identidad étnica que reivindica cultura, tradiciones, vida comunitaria, etnia.
- La obra marxista fue completada por el criollo gobierno de Velasco Alvarado que, con algunos méritos en su gestión, completó esta desindigenización de manera expeditiva e ignara. Se terminó de despojar al indio del elemento central de su estructura humana: su etnia, identidad, su cultura.
- Este proceso ha afectado profundamente la estima del peruano por su identidad, aquella que procede de las raíces hondas que lo identifican con un territorio y una cultura.
- Todos los nombrados han actuado, consciente o inconscientemente, como la mano aleve y depredadora del pensamiento occidental que considera que la uniformización de nuestras mentes y vidas, con el arma de la razón y la racionalidad, es el único camino para el desarrollo.
- Observamos el absoluto descredito de la clase y etnia criolla, embarrada en sus latrocinios de siempre, pero esta vez expuestos a la mirada publica sin barreras de protección. La pudrición es tan profunda que el único sostén que los mantiene en el poder son las fuerzas armadas y el escaso nivel de desarrollo político de la población tras cinco siglos de alienación.

La realidad descrita permite instalar en la lucha política una plataforma programática que rebase los límites de la simple trasformación de la constitución y se proponga un cambio en la estructura de dominación en el país, que tenga como fin y meta ineludible la sustitución del paradigma civilizatorio y cultural. Es decir, que seamos capaces de sembrar los primeros campos con una nueva forma de entender la naturaleza y un nuevo modo de relacionarnos entre humanos; renovados parámetros para el trato de la fauna y flora y los recursos naturales; sustituta manera de distribuir los excedentes productivos; nuevas formas de asentamientos urbanos y rurales; inéditos caminos de tratar el desarrollo desde las cuencas y las microcuencas; creativas maneras de construir las fuerzas armadas, nuestras leyes y también distintas formas de religiosidad. Es decir, reencontrarnos con nuestra historia milenaria y recrearla, no repetirla, no pensar que podemos inventar un nuevo Tahuantinsuyo ni tampoco fabricar la reedición de Willac Umu y ñustas.
Los caminos por recorrer son vastos, muchos han andado parte de esta ruta sin articular una propuesta global; requerimos recoger esas experiencia y el conocimiento de siglos.
Frente político
No puede un solo partido político impulsar y articular la transformación. Se requiere de un Frente Político. La extensa y compleja realidad del espacio oprimido exige variadas representaciones. Es ineludible un frente que aglutine a todos los sectores comprometidos con un proceso de transformación profundo.
Dentro de este frente la hegemonía debe ser construida por el sector andino. Pero ¿qué requiere hacer este pueblo para ganar el poder político y la legitimidad de organizar el Estado? Mucho, sin duda. Esbozo aquí algunas ideas al respecto.
Primero, demostrar capacidad y seriedad política y organizativa.
Segundo, exponer una propuesta de nación que recoja la realidad y haga posible su vigencia en el tiempo.
Tercero, un programa de gobierno que se derive de nuestras tradiciones milenarias y se inserte en la modernidad que la propia historia ha demostrado que fue baluarte del Estado precolonial.
Cuarto, reconocer que esta obra no es posible llevarla adelante con la voluntad de un solo partido político. La organización partidaria dirigente requiere de alianzas políticas con todas las fuerzas que se orienten en el sentido de la historia y de la creación de un Estado andino.
¿Qué principios programáticos debería recoger este Frente? Ensayo aquí los postulados que estas fuerzas deberían suscribir. Podría llamarse programa mínimo.
Primero, el compromiso de caminar hacia el rediseño de las relaciones de poder político y económico.
Segundo, el compromiso de rediseñar la estructura productiva nacional y promueva un nuevo ordenamiento territorial.
Tercero, el compromiso de una nueva estructura educativa y de salud y de justicia.
Cuarto, darle carta de ciudadanía a una sociedad que ya late en las interioridades de nuestra realidad y que recoge nuestras tradiciones ancestrales y las recree de acuerdo a los avances de la realidad contemporánea.
Quinto, el respeto a todas las formas étnicas y culturales que promuevan nuevos paradigmas en las interrelaciones sociales.
Sexto, el compromiso de rediseñar el sentido y la orientación de nuestra fuerza armada.
Sétimo, compromiso de rediseñar las prioridades en nuestra política internacional, dándole prioridad a la integración de las naciones andinas.
Octavo, compromiso de procesar y castigar con las máximas penas a todos aquellos que han incurrido en delitos financieros y económicos contra el Estado peruano.
Noveno, compromiso de plasmar todo este compendio de transformaciones en una nueva Constitución y en un Estado que responda a las necesidades nacionales.