Bea y Antonio. II parte

Antes de la llegada de Antonio, el ingeniero Ramírez dijo que me apoyaría en todo lo que necesite. Y cumplió,  fue un verdadero ángel; me facilitó una oficina en el edificio del Ministerio y asignó a cuatro personas para mi equipo y, además, una camioneta para desplazarme. No la necesitaba para la ciudad, Huancavelica era pequeña, era para viajar por las alturas más pobres del Perú y con necesidades que ningún programa de gobierno podría superar; ayudar, organizar procesos productivos, esa fue mi tarea en esos años. Organicé mis actividades de modo tal que pasaba la mayor parte del tiempo fuera de la ciudad, en las comunidades;  en cada lugar me hice de un espacio para pasar la noche, pude hacer amistad con los comuneros, alpaqueros la mayoría.

Después de conocernos no nos separamos ni un momento; Teresa, en un instante de cercanía me dijo: Bea, no te reconozco, estas embobada, ¿qué ocurre? Mi respuesta fue pellizcar alguno de sus dedos. Después de su observación recuperé las formas y me mostré un poco más parca y ceremoniosa; pero no impidió escuchar su invitación para tomar un café en un lugar muy simpático, cerca a la plaza principal; vamos con Teresa, añadió. Me moría de ganas de aceptar, preferí contenerme. Otro día, le dije, ahora quiero descansar. ¿Mañana?, si regreso temprano, visitaré la primera comunidad, salgo de madrugada. Ocurrió que no pude retornar, se hizo tarde, preferí quedarme, dormí en la casa de una familia comunera,

Tenemos un nuevo recordista para el desfile de alpacas más grande del mundo  | Guinness World Records
Huancavelica. Comuneros alpaqueros.

Por la tarde, apenas acomodaba mis cosas se apareció Antonio. Conocía a toda la gente, le era fácil entrar y salir de cualquier oficina. Te esperé ayer, dijo, espero ahora podamos dar una vuelta por ese cafetín, te gustará, está todo decorado con artesanías de aquí, y tiene un nombre muy lindo: Bienvenidos; sí, así se llama y es el sitio donde se reúne la juventud, ah, y el café es muy bueno. Antonio, le dije, perdona que no acepte tu invitación, quiero aclimatarme bien a mi trabajo, a la ciudad y luego recién hacer vida social, discúlpame, te prometo que seré yo quien te invite la próxima vez. Le desconcertó mi respuesta, quiso replicarme, pero se dio cuenta que hablaba en serio. Está bien, de acuerdo, no insisto, espero tu decisión. Nos dimos un beso en las mejillas y partió con la rapidez con la que andaba siempre. La salida al campo, el contacto con la gente y el viaje mismo, me hizo pensar que no estaba en busca de aventuras pasajeras; no era mi deseo. No había esperado tanto tiempo para dar un paso en falso. Tendría cuidado y paciencia, Antonio me encantaba, nadie me había producido antes esa impresión, pero debía darle tiempo al tiempo. A los minutos, y cuando ya tenía mi morral al hombro, entró Nora, la secretaria del ingeniero Ramírez. Alegre y chispeante ella, con una cadencia jocosa, como pisando huellas y mordiendo un lápiz con el borde derecho de su  boca y elevando su mano izquierda por los aires. Oiga niña, dijo, veo al Pinto pintón revoloteando por aquí, ayer te esperó con impaciencia, vino no sé cuántas veces a preguntar por ti. ¿Sabes que es casado, dos veces casado y con dos hijos pequeños? Detuve mis pasos, congelada; me dijo que se asustó con mi reacción, pensé que te desplomabas, por eso te aclaré de inmediato. Espera, espera, hay cosas que no están claras, él dice que se está divorciando de su segunda esposa, al menos por aquí nunca ha venido, parece que vive en Huancayo, a sus dos hijitos si los he visto alguna vez. Conmigo no habla, lo sé por mi jefe, tú sabes, son muy amigos.  

—¿Qué hiciste, qué pensaste después?

—Imagínate, Gabriel. Me senté a respirar hondo, pensé que había sido una bonita ilusión, felizmente no avanzó más, todo ocurrió a tiempo, me dije. Pero, la verdad es que me sentía quebrada, con lágrimas que se asomaban. Nora abrazó mi cabeza, me tranquilizó.

Le pedí que me acompañara al hotel y conversamos en el camino. No es un tipo enamorador, no le conozco un romance por aquí, me dijo. No la escuchaba en realidad, estaba en mis fantasías, imaginando cómo habrían sido los meses siguientes con Antonio a mi lado. Pero tenía claro que no podía ser, no buscaba problemas, esperaba el amor.

Dejó de buscarme unos días, y organicé una salida larga, me demoré tres o cuatro días. Me propuse construir pozas para bañar alpacas y eliminen bichos, ácaros; pocas comunidades las tenían; coordinaba con Ramírez, me dio su visto bueno y empecé. Recuerdo que volví cuando ya la noche se asomaba; la camioneta me dejó en el hotel, no demoré en verlo, fumando, tranquilo, bien cómodo, sentado. Se levantó impulsado por un resorte. Nos detuvimos unos minutos, dijo que estaba esperando la invitación. No la esperes, le respondí, no tengo la costumbre de invitar a hombres casados. No sabes la sonrisa que mostró, mezcla de ¡ah, ya entiendo¡, con ¡te falta información!

—Me aceptas el café y te enteras de toda la verdad, para que no escuches informaciones incompletas o mal intencionadas.

Miró hacia la recepción y vio que el empleado estaba con el oído puesto en nuestra conversación. Nos ubicamos en un par de sillones que estaban cerca del patio interior.

—Sí, soy dos veces casado, y me estoy divorciando, no falta mucho para que el juez me declare soltero, pero te advierto que hace más de un año que estoy separado.

—Y yo te advierto que no tengo ningún problema para ser amigos laborales, hay cosas que podemos hacer juntos.

—Bea, comprende, en la práctica soy un divorciado, aquí lo saben mis amigos, la gente que me conoce bien. Créeme, es la verdad.

 Le creí, sí, no mentía, pero conservaba esa idea tan repetida: hombre casado es amigo o amante, nunca novio, nunca compañero. Mira, creo que no se pone barreras al amor, tantos casos de hombres casados o mujeres que se enamoran y cambian sus vidas. Era que me sentía fuera de mis espacios, sin apoyo emocional y con colegas y vecinos que no verían bien que me involucre con un hombre comprometido, tendría miles de problemas en mi trabajo. Me robaba el pensamiento, lo tenía dibujado entre ceja y ceja, pero no estaba dispuesta a jugar mi destino de manera inconsciente. Para eso tenía que informarme.

—Bien, vamos al Bienvenido. Acepto la conversación que propones, espérame unos minutos largos.

Escuché su confesión, porque eso fue lo que dijo, esta noche me voy a confesar contigo. Me explicó que se casó muy joven la primera vez, con una compañera de la universidad,  limeña, que no se acostumbró a la sierra y encima de todo eso, quise seguir mi vida de soltero y las cosas se complicaron, ella terminó regresando a Lima, a la casa de sus padres y de allí no quiso volver a salir. A María no pude llegar a amarla, las mujeres se dan cuenta, quizá eso explique los adornos que me puso en la frente. Me engañó, dijo, con descaro, imagínate, en Huancayo todo se sabe. Trabajaba por estas alturas y viajaba mucho, regresaba cada fin de semana. No fue suficiente, se enredó con el pediatra que veía a mis hijos. Un amigo cercano me contó que los había visto saliendo de un hotel del centro de la ciudad. A plena luz del día. No lo negó, ¿qué podía hacer, maltratarla, perdonarle? Nada, no sirven esas fórmulas, no te llevan a ningún lado. Saqué mis cosas y me vine a vivir por aquí. Veo a mis hijos cada semana que bajo a Huancayo. El tipo  también era casado, veo que no andan juntos, era el secreto su motivación principal, eso creo. Y bueno, es todo, aquí me tienes. ¿Sabes que le dije después de escuchar su confesión?, que me mostrara los papeles de su divorcio. El muy pillo me respondió: ¿no era que seríamos solo amigos?

Esa noche empezó nuestra relación. Salimos caminando del Bienvenidos, cerca de las nueve, poca gente en las calles, en una esquina nos besamos, no fue él, tampoco yo, ambos nos buscamos. Me sentí rodeada de aromas, hojas de flores, no sé, fue algo tan lindo que hasta ahora me aprieta el corazón. Después caminamos abrazados hasta el hotel, en silencio, nadie dijo una palabra.

Y mira como soy, al día siguiente salí de nuevo, junté al equipo temprano, hablé con Ramírez y a las diez de la mañana ya estaba en ruta de nuevo. Me fui a la punta del cerro, al punto más extremo, al final de la carretera. Necesitaba pensar, estar sola, decidir cosas; como has dicho Gabriel, el amor es una decisión, allá lejos, en ese frio purificador decidí amarlo, quererlo, buscarlo, sostenerlo. Amar amar sin fronteras ni condiciones. No me despedí, pensaba, cómo estará, que sepa cómo soy, me decía, que el amor no podrá nunca cortar una pluma de mi cuerpo, expropiar un centímetro de mi libertad.

Cuando volví tenía la barba crecida, me la he dejado para que te des cuenta el tiempo de tu ausencia, dijo. Me reí, se le veía lindo con esa pinta de vagabundo. Le pedí que no se la cortara, me hizo caso, se afeitó después de varias semanas. Ya no volví a desaparecer por mucho tiempo, salía para volver en un día, dos. Así fue como empezamos a organizar viajes juntos. El visitaba a los productores que le vendían la lana a su empresa y yo trabajaba la producción. Sabía mucho del tema, acabé consultándole todo. Varios profesores nos enseñaron a los dos, pero él tenía la experiencia de campo que a mí me faltaba, además conocía todas las rutas y a todos los comuneros, los de Acobamba, Yauli, Acoria.  Cantaban juntos por las noches, alumbrados por lámparas o velas, tomando un trago fuerte que yo no podía pasar. En esas horas acomodó una canción para mí: Negra del alma, la convirtió en Bea del alma. Lindo el huayno, me hacía llorar cuando la cantaba:  

Bea del alma,

Bea de mi vida

Hay cariño todavía
Hay cariño todavía
Mañana cuando me vaya
¿Cómo será?
Pasado cuando me ausente
¿Cómo será?

¿Hacíamos el amor en esos viajes? No, mira que no, nos preparaban sitios separados. Ni él ni yo lo intentamos. Eso me gustaba, yo era virgen, cierto, lo era, no te burles, lo acepto, raro para mi edad, ¿no? se lo había dicho, lo sabía, sonrió incrédulo. Eso ocurrió poco después. Terminando el verano y las lluvias.

Puente colonial de Huancavelica a punto de colapsar por lluvias | PERU |  CORREO
Huancavelica. Puente sobre el río Ichu

No planeamos salir ese día. Era viernes y me invadió deseos de verlo. Lo busco, dije, iré a su oficina, la lluvia era muy tupida, usaría el poncho de hule y botas, sí, iría. Crucé la plaza de armas, caminé la calle Huayna Cápac, pasé el policlínico y luego atravesé el puente del  río Ichu, ya estaba en el barrio San Cristóbal, en la calle 28 de julio giré a la izquierda hasta llegar al local de Alpaca Perú. La secretaria me atendió y pronto apareció Antonio, amable, cariñoso. Subimos a su oficina, tenía una habitación allí, era su casa; me deshice de todas mis armaduras y me ofreció un mate de anís con un poco de licor. Me cayó muy bien. Me dijo que había pensado buscarme, hemos deseado lo mismo, dijo, mientras me acariciaba el rostro con esa ternura que no he visto en otro hombre, me hacía sentir una imagen religiosa. Tomé varias tazas del anís caliente y la lluvia no terminaba, tendrás que quedarte hasta mañana, dijo sonriente, quizá respondí, puede ser. Se acercó para besarme, supe que esa noche dormiríamos juntos. No me sentí preocupada, no, me mantuve tranquila hasta que los dos empleados se fueron y nos quedamos dueños del local. Todo se hizo más intenso, los besos, caricias, palabras. De pronto me vi elevada entre sus brazos, vamos, me dijo, quiero que nada nos separé. Me subió un piso, como se ven las novias en su día, pero eso fue distinto, yo flotaba y despedía luces de colores, no lo olvido.

No es que mi memoria sea extraordinaria, lo tengo anotado en un diario que llevo abierto desde siempre, son cuadernos de tapa dura que conservo ordenados y están conmigo donde vaya. Las páginas de ese día son las más trajinadas, no pienso fotocopiarlas para ti, no, eso no, pero sí, fueron horas muy intensas, irrepetibles.  Fue muy paciente y sensible Antonio. Mis recuerdos son suaves, imagínate  rosas que se van deshojando en medio de un lago que la brisa mueve con paciencia, así me sentí en los preámbulos del amor. Meciéndome entre aguas reposadas y luego, de pronto, en medio de corrientes de río caudaloso, esa fue mi experiencia, es lo que quiero recordar.

2 Comentarios

  1. Beatriz santana dice:

    Wow, que hermosa manera de contar esa preciosa historia de amor, con tu armoniosa, sutil , delicada y tan subliminal muy peculiar en tu escritura, existirá el amor a primera vista? , es que el amor es el único sentimiento capaz de llevarte al cielo o bajarte a los infiernos, Hugo, simplemente maravilloso, esperando el siguiente capítulo!!!!!!

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    1. sawasiray dice:

      Saludos Beatriz. Gracias por tu comentario. Lo aprecio y conservo con afecto.

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